martes, mayo 31, 2005

Como si no fuera un rayo que te parte los huesos


Esto es un guiño a Saf (porque me descubrió este capítulo de Rayuela, y porque sigue deshojando su margarita), a los libros que son como espejos y a todos los que aman.


"Sacás una idea de ahí, un sentimiento del otro estante, los atás con ayuda de palabras, perras negras, y resulta que te quiero. Total parcial: te quiero. Total general: te amo. Así viven muchos amigos míos, sin hablar de un tío y dos primos, convencidos del amor-que-sienten-por-sus-esposas. De la palabra a los actos, che; en general sin verba no hay res. Lo que mucha gente llama amar consiste en elegir a una mujer y casarse con ella. La eligen, te lo juro, los he visto. Como si se pudiese elegir en el amor, como si no fuera un rayo que te parte los huesos y te deja estaqueado en la mitad del patio. Vos dirás que la eligen porque-la-aman, yo creo que es al verse. A Beatriz no se la elige, a Julieta no se la elige. Vos no elegís la lluvia que te va a calar hasta los huesos cuando salís de un concierto". (Julio Cortázar)

domingo, mayo 29, 2005

Reescribiendo el mundo

A principios del siglo pasado un escritor uruguayo envió una carta a Unamuno en la que, para explicarle las pretensiones de los intelectuales en América Latina en aquella época, resumía: Luchamos por poner en circulación ideas. Hoy en día, en vez de ideas se ponen a circular emociones, que son mucho más fáciles de provocar y de manejar. Sólo me cruzo con pelis emotivas, conversaciones emotivas... hasta los lugares lo son.
Es mi debilidad: a veces pienso que si no me emocionaron tanto tantas cosas, hasta podría pensar, con cierta lucidez. Pero no hay manera: sólo sé reescribir el mundo desde el sentimiento. Como si eso pudiera arreglar todos los problemas. Y sé que no puede, de hecho a veces lo complica, pero yo encuentro en esa reescritura un raro consuelo. La tristeza genera autocompasión; la felicidad autocomplacencia, y la paz interior (en la que parece que me he instalado) una mezcla extraña de resignación y esperanza.
Cosas que me consuelan/emocionan/conmueven:
-La secretaria de mi curro, que creo que atraviesa una crisis existencial, proponiéndome con cierta desesperación ir de cañas
-Pedir algo a alguien que no necesitas, sólo para que no piense que ya no puede hacer nada por ti
-Los abrazos fuertes que das, porque no puedes/debes dar otras cosas
-El anuncio del entierro
-Esos inesperados gestos de lealtad

martes, mayo 24, 2005

Mucho más grave

Todas las parcelas de mi vida tienen algo tuyo
y eso en verdad no es nada extraordinario
vos lo sabés tan objetivamente como yo
sin embargo hay algo que quisiera aclararte
cuando digo todas las parcelas
no me refiero sólo a esto de ahora
a esto de esperarte y aleluya encontrarte
y carajo perderte
y volver a encontrar
y ojalá nada más.
No me refiero sólo a que de pronto digas
voy a llorar
y yo con un discreto nudo en la gargata
bueno llorá
y que un lindo aguacero invisible nos ampare
y quizá por eso salga enseguida el sol
ni me refiero sólo a que día tras día
aumente el stock de nuestras pequeñas
y decisivas complicidades
o que yo pueda o creerme que puedo
convertir mis reveses en victorias
o me hagas el tierno regalo
de tu más reciente desesperación.

No.
La cosa es muchísimo más grave.
Cuando digo todas las parcelas
quiero decir que además de ese dulce cataclismo
también estas reescribiendo mi infancia
esa edad en que uno dice cosas adultas y solemnes
y los solemnes adultos las celebran
y vos en cambio sabés que eso no sirve.
Quiero decir que estás rearmando mi adolescencia
ese tiempo en que fui un viejo cargado de recelos
y vos sabés en cambio extraer de ese páramo
mi germen de alegría y regalarlo mirándolo.
Quiero decir que estás sucumbiendo mi juventud
ese cántaro que nadie tomó nunca en sus manos
esa sombra que nadie arrimó a su sombra
y vos en cambio sabés estremecerla
hasta que empiecen a caer las hojas secas
y quede la armazón de mi verdad sin proezas
quiero decir que estás abrazando mi madurez
esta mezcla de estupor y experiencia
este extraño confín de angustia y nieve
esta bujía que ilumina la muerte
este precipicio de la pobre vida.
Como ves es más grave
muchísimo más grave
porque con éstas o con otras palabras
quiero decir que no sos tan sólo
la querida muchacha que sos
sino también las espléndidas
o cautelosas mujeres
que quise o quiero
porque gracias a vos he descubierto
(dirás ya era hora
y con razón)
que el amor es una bahía linda y generosa
que se ilumina y se oscurece
según venga la vida
una bahía donde los barcos
llegan y se van
llegan con pájaros y augurios
y se van con sirenas y nubarrones
una bahía linda y generosa
donde los barcos llegan
y se van
pero vos
por favor
no te vayas.

lunes, mayo 23, 2005

Peregrina


Hasta este fin de semana toda mi relación con el Camino de Santiago no pasaba de utilizar, más de lo aconsejable, excusas peregrinas. El sábado me fui con mis amigos a hacer una etapa. Intuía que me gustaría, pero no calculé que me engancharía así. Si no sonara ridículo diría que fue una experiencia mística. Vale, no me importa que suene ridículo: fue una experiencia mística. Me conmovió la sensación de andar y andar sin metas pero con rumbo, el camino pedregoso, el sol en la cara, la gente que te saluda con una sonrisa en todos los idiomas posibles y sobre todo la sensación de libertad, de no necesitar nada, nada que no sean tus piernas y tus ganas de seguir.
Esta urbanita algún día lo hará entero y, al menos durante treinta días, sabrá adonde quiere llegar.

jueves, mayo 19, 2005

Trueque



En lo bueno y en lo malo, en la salud y en la enfermedad, en la alegría y en la tristeza... siempre me queda uno de mis refugios predilectos, los Peines del Viento (todo el mundo lo llama al revés -el peine de los vientos- pero a mi me parece que encaja mejor así). Si lo declararan zona de acampada libre y tuviera conexión de Internet, os leería todas las mañanas desde allí. Cambiaría mi preciado DVD por noche con estrellas y sin insomnio y prepararía tostadas con mermelada de albaricoque a cualquier paseante con resaca (también valen las del alma).

domingo, mayo 15, 2005

Keep walking

Escribo con el verde porque hoy creo más que nunca que el arte de envejecer es el arte de conservar alguna esperanza. I. la tuvo, y yo también la protegeré, porque se lo debo a los que se han ido y a los que se quedan.
Gracias por vuestras palabras cariñosas de esta semana. Necesitaba el silencio, supongo que es mi forma de guardar el luto. Ahora, como me dijo uno de sus mejores amigos, a seguir adelante y a no olvidar.
Te llevo conmigo, y te prometo que vamos a viajar juntos a muchos sitios (procuraré llegar a alguno, también, de vez en cuando).
Caminando, como hubiera dicho René... y como hace Humo...

lunes, mayo 09, 2005

Morir

Es cruel que el día que yo apueste por vivir, tú te mueras.
Es cruel que eso no sea una metáfora absurda más de las mías, sino que realmente ya no estés.
Ya no estés.
Es cruel que cuando le digo a la gente tu edad, primero se sorprenda de que seamos amigos y después quite gravedad al asunto, como si me tuviera que doler menos.
Es cruel que me haya mudado de ciudad en tus últimos meses, que no haya estado a tu lado como lo estuviste al mío, en el momento más necesario, cuando mi vida parecía un guión de Almodóvar, y llamabas a un taxi para que me marchara de casa cuando las cosas se ponían difíciles. Me entendías sin preguntar. Te ganabas a todo el mundo con tu inteligencia, tu ironía, tu conocimiento del mundo y tu generosidad.Ya no podré invitarte a todas las rondas que no me dejaste pagar, ni volveré a la casa que construiste junto al río, tu último sueño. Me hubiera gustado agarrarte de la mano más veces en este final, aunque sospecho que a ti te gustaría que te recordara riendo, en una de esas extrañas tabernas a las que me llevabas. Hacíamos una pareja surrealista. Nunca me he vuelto a sentir tan protegida y tan orgullosa.
Es raro este recordarte, con lágrimas en los ojos y la sonrisa en los labios. Ojalá sepas lo que te quise y lo que te seguiré queriendo. Quiero pensar que sí, porque siempre supiste mejor que yo lo que quería decirte. Y ahora no sé cómo despedirme. Debería marcharme a casa, contestar alguno de los mensajes de preocupación que me llegan, pero me aterra el móvil, porque ahí está tu número grabado y sé que tendré que borrarlo, y no me siento con fuerzas, porque es como si te borrara a ti también, y no puedo. No puedo.

Vivir

Podemos recordar muchas cosas, momentos históricos o personales, detalles inútiles o decisivos, pero no es posible -al menos yo no puedo- recordar el momento en el que tomas una decisión, sobre todo si es una elección imbuida en un largo proceso.
Así que no recuerdo en que momento ¿decidí? ¿me di cuenta? de que no sería feliz con D. ¿Cuando lo pensé? Tal vez aún estábamos en la Universidad y lo intuí ante alguna reacción equivocada. O yo estaba en Madrid y sentía que podía empezar de nuevo, sin colaboraciones. O quizá fue en Bilbao, cuando le esperaba despierta a que llegara de trabajar. No. Debió de ser más tarde. Demasiado tarde. Él ya lo sabía, pero no me lo dijo. Tampoco hoy lo dice, aunque lo sepa, aunque haya construido mucha parte de su vida sobre esa idea: Holden sí pero no. Holden siempre sí pero siempre no.
¿Cómo es esa frase engañosamente consoladora que todos utilizamos? Lo que tenga que pasar, pasará.
Y ha pasado, efectivamente, y no con D, sino con J, a pesar de las conversaciones que siempre lo estropean todo.
Llegó el viernes, el día de la conversación, y no la hubo, no al principio al menos. Hubo besos, y vino, y un paseo, y el sol, y un pueblo encantador. Cuando todo era perfecto, yo tuve que decirlo: tenemos que hablar.
Y hablamos, y cuando parecía que todo seguiría su curso, que él se iría y yo me iría y tal vez hubiera una llamada torpe dentro de un mes o tal vez no, entonces, de repente, cambiamos todo y decidimos que por qué no, por qué no intentarlo, y seguir disfrutando el uno del otro. Supongo que existen los "noes" pero esta vez han pesado más los "síes". Y aunque todo ha pasado en 24 horas, tampoco sé que en momento pensé que no quería que se rompiera, no sé si fue antes o después de los besos, y el vino, y el sol, y el paseo, y el pueblo encantador.
Por una vez, intentaré no acumular problemas imaginarios y hacer eso que hace otra gente y que tiene buena pinta: vivir.
No tengo final para el cuento, porque todavía habito en él.

jueves, mayo 05, 2005

El cuento del funcionario

Hoy me han contado la historia de un hombre que murió hace un par de meses. Era el responsable de los proyectos más importantes de este pequeño país, de esos gestores que sobreviven a los cambios políticos, porque son tan valiosos que todo el mundo se da cuenta de que no debe prescindir de ellos. Este hombre tenía su despacho junto al del responsable de las obras públicas del gobierno (todavía lo es) y cuando le desagradaba una obra, creía que iba en contra del interés general o era un despilfarro, escribía un cuento a su jefe. Sí, un cuento. Lo dejaba sobre la mesa del político y se marchaba a su casa a esperar la llamada. La persona que me lo contaba, un íntimo amigo suyo, me lo explicaba agarrándose la cabeza con los brazos. Y yo me lo imaginaba también así, acurrucado, aguardando junto al teléfono. Nunca salió en la tele, ni en ninguna foto de los periódicos. Por eso me apetecía contar su historia, un retrato opuesto al estereotipo del funcionario, aquí.
PD: Por eso, y por no enredarme con mis propias historias. Mi mejor amigo en el nuevo trabajo, además de D, tiene que dar respuesta mañana a una oferta para marcharse a la tele. Va a decir que sí, porque en este sitio son idiotas y no le retienen. Es lo mejor para él, pero creo que me moriré de tristeza y de aburrimiento (necesitaba dramatizar un poco). Hay más. ¿La famosa conversación? Pues mañana afronto una nueva reedición: tengo que elegir entre pensar en él (y dejar de verle, y evitarle sufrimientos futuros) o pensar en mí (y seguir viéndole, y disfrutar de su compañía a mi manera, sin compromisos). Y hay más, porque todo cambia alrededor y estoy asustada, pero vale de narración egocéntrica y autocompasión por hoy.
Necesito un cuento.

lunes, mayo 02, 2005

La elección de Harry

Mucha gente aborrece Harry Potter, al igual que otros tantas obras de autores que hacen libros como galletas de molde. Yo no tengo una postura clara contra los bestseller, porque hay libros que se venden mucho que no me gustan y otros que sí, como me sucede con discos y con canciones. Detesto las convenciones pero también las anti-convenciones: la actitud elitista y de distancia respecto a todo lo popular me resulta artificial y me agota un poco. Me gusta argumentar mi rechazo a algo en concreto por causas específicas y no demonizar géneros, ni artes, ni naciones. Bueno, que me pongo mitinera y pierdo el hilo. Hoy me he acordado de una escena del primer libro de la saga Potter, en la ceremonia de iniciación en Hogwarths (el colegio donde se adquieren las destrezas mágicas). Hay cuatro casas y, para ir a una o a otra, cada alumno se pone un sombrero mágico que le dice a cual pertenece. En el caso de Harry al principio el sombrero tiende a Slytherin, que él rechaza porque es la que acoge a los más inteligentes pero también a los más ambiciosos, con motivos menos limpios. Al final, le coloca en Gryffindor, la casa a la que se le presupone más nobleza. Harry arrastra durante varios capítulos el temor de que si el sombrero le envió a Slytherin es porque su personalidad encaja con la casa más oscura. Cuando por fin expresa su miedo, el profesor Dumbledore (un Gandalf pedagógico) le dice que sí, que probablemente su forma de ser encajaría allí pero que:
Son nuestras eleccio­nes las que muestran lo que somos, mucho más que nuestras habilidades
Hay pocas cosas de las que esté tan convencida como de que nuestras decisiones, y sobre todo algunas decisiones, definen qué tipo de ser humano queremos ser. Algunas son pequeñas y te construyen día a día; otras son cruciales y se deciden en unos segundos. Creo que el acto que nos salva o que nos hunde, que nos condena o que nos redime, es una elección de la que somos capaces y responsables nosotros y en la que no nos podemos excusar en el resto de la humanidad ni en el contexto, porque precisamente cuanto más confuso sea escoger o cuanto más fácil sea dejarse llevar, más valor tiene y más dice de nosotros esa elección. Algunas de mis elecciones hablan de mi vanidad, otras de mi bondad, y todas de mi ignorancia.
Eso pienso estos días.