miércoles, octubre 26, 2005

Una corazonada

Cuentan que en los inicios el ser humano tenía la sabiduría de la divinidad, pero que no supo utilizarla correctamente. Dicen que, como castigo, los dioses se la retiraron y decidieron esconderla en algún lugar al que sólo se pudiera llegar con verdadero esfuerzo. Buscaron en las montañas más altas, en los abismos de los océanos, en el centro de la Tierra. Todos parecían demasiado accesibles. Finalmente optaron por ocultarla allí donde los altivos mortales nunca podrían imaginar: en el interior del propio ser humano.
No se sabe a ciencia cierta el origen de esta hermosa leyenda, pero curiosamente describe lo que algunos estudiosos de la mente comienzan a descubrir. Unos hablan de intuición, otros de inconsciente sin más, también de inconsciente adaptativo. Incluso improvisación. Poco importa el nombre, lo cierto es que hace algún tiempo que neurocientíficos y psicólogos siguen la pista de esa misteriosa capacidad humana que permite tomar decisiones instantáneas siguiendo exclusivamente las indicaciones de las vísceras y que resultan, en muchos casos, más acertadas que las que surgen de una profunda reflexión
.

Hace unas semanas aparecía en un suplemento dominical un reportaje sobre corazonadas. Lo guardé, y lo rescato ahora porque todo lo que tengo que decir sobre mi decisión es que es una corazonada, una poderosa intuición de madrugada. Hay a quien le parece poco y hay quien lo viste con mejores deseos: creen que me pasará de todo, fascinante o al menos bueno, en mi nuevo destino. Yo, curiosamente, no he imaginado nada, nada al menos que pueda tildarse de bueno o malo. Sí he imaginado algunas rutinas. He espiado algun lugar donde tomarme un café por las mañanas, un par de librerías y un parque. Un lugar para aparcar el coche o la bici. Lla playa a la que iré a comer en verano y a pasear en invierno. Sé poco más. Que me arroparán I., S., A. y M., que me gustará alguna gente de mi nuevo trabajo, que me costará entender a otra, que querré arrancar una sonrisa a alguien triste, que algun día lo estaré yo también. Y pese a escépticos y a cínicos -entre los que a días me incluyo- hoy siento que todo mi periplo empieza, tímidamente, a cobrar sentido.

viernes, octubre 21, 2005

Quiero creer que estoy volviendo

Mi vida en los últimos días se resume en secuencias muy parecidas a ésta:

10.52 Me voy
10.53 Voy a decirlo, no hay nadie en el despacho. ¿Es una señal?
10.54 Uff, ya no sé.
10.55 ¿Me quedo?
10.56 Me quedo
10.57 No lo sé
10.58 ¿Como voy a quedarme?
10.59 ¿Cómo voy a irme?
11.00 SMS: ¿Que haces al final?
11.03 Llamada: ¿Te quedas o te vas?
11.05 Reunión en el despacho (y como todas las reuniones, indefinición)
11.37 Me voy
11.38 ¡Noooooo!
11.39 Me quedo
11.41 ¿Me quedo?

Dicen que decidir nos hace libres. A mí esta decisión sólo me ha generado insomnio y anorexia. He repasado obstinadamente los argumentos y buscado sin esperanzas señales. Me ha dado la sensación de que me estoy decidiendo sobre más cosas que sobre un cambio de trabajo y me asusta muchísimo apostar por lo que tengo y también apostar por otra cosa diferente. Esta noche, pasadas las cinco y media de la mañana, la lucidez me ha raptado un momento. Me voy.

Vuelvo / quiero creer que estoy volviendo
con mi peor y mi mejor historia
conozco este camino de memoria
pero igual me sorprendo

hay tanto siempre que no llega nunca
tanta osadía tanta paz dispersa
tanta luz que era sombra y viceversa
y tanta vida trunca

vuelvo y pido perdón por la tardanza
se debe a que hice muchos borradores
me quedan dos o tres viejos rencores
y sólo una confianza

reparto mi experiencia a domicilio
y cada abrazo es una recompensa
pero me queda / y no siento verguenza/
nostalgia del exilio

en qué momento consiguió la gente
abrir de nuevo lo que no se olvida
la madriguera linda que es la vida
culpable o inocente

vuelvo y se distribuyen mi jornada
las manos que recobro y las que dejo
vuelvo a tener mi rostro en el espejo
y encuentro mi mirada

propios y ajenos vienen en mi ayuda
preguntan las preguntas que uno sueña
cruzo silbando por el santo y seña
y el puente de la duda

me fui menos mortal de lo que vengo
ustedes estuvieron / yo no estuve
por eso en este cielo hay una nube
y es todo lo que tengo

tira y afloja entre lo que se añora
y el fuego propio y la ceniza ajena
y el entusiasmo pobre y la condena
que no nos sirve ahora

vuelvo de buen talante y buena gana
se fueron las arrugas de mi ceño
por fin puedo creer en lo que sueño
estoy en mi ventana

nosotros mantuvimos nuestras voces
ustedes van curando sus heridas
empiezo a comprender las bienvenidas
mejor que los adioses

vuelvo con la esperanza abrumadora
y los fantasmas que llevé conmigo
y el arrabal de todos y el amigo
que estaba y no está ahora

todos estamos rotos pero enteros
diezmados por perdones y resabios
un poco gastados y más sabios
más viejos y sinceros

vuelvo sin duelo y ha llovido tanto
en mi ausencia en mis calles en mi mundo
que me pierdo en los nombres y confundo
la lluvia con el llanto

vuelvo / quiero creer que estoy volviendo
con mi peor y mi mejor historia
conozco este camino de memoria
pero igual me sorprendo


(Mario Benedetti)

viernes, octubre 14, 2005

On the moon



Este debía ser un post sobre el fin de semana en el que pisé la luna, con I., hace unos quince días. Pero lo cierto es que, más que en la luna, ahora estoy en el limbo. Vuelve, de nuevo, el debate entre irme o quedarme. Ayer recibí una llamada que parecía una segunda oportunidad y me da miedo, pero me tienta. Los que me pierden dicen: haz lo que quieras. Los que me ganan dicen: haz lo que quieras. Y sólo alguien se atreve a decir: no te vayas. Y yo pienso que tengo que elegir entre reparar mi pasado o enterrarlo. Si me quedo, tengo que afrontarlo, y reiventarlo: nunca será perfecto, nunca será terrible. Si me voy, no es empezar de cero pero casi, y puede salir muy bien o muy mal. Si me quedo, pensaré en los demás. Si vengo, pensaré en mí. Si me quedo, seré más yo. Si me voy, perderé algo de lo que me caracteriza, mis utopías, mi vida caótica.
Ahora me gustaría volver a la luna para decantarme, aunque sea un terreno frágil y no pueda quedarme demasiado. Pero tengo que meditar con los pies en la tierra. Mientras lo pienso, otros pensarán también por mí, puede que decidan por mí y entonces me quedaré, y todo lo que he pensado se irá al stock de todas las historias no desarrolladas, de todas las personas no conocidas, de todas las resoluciones que tomamos en las encrucijadas y que descartan otras vidas para siempre.
Y mientras tanto, Holden escucha esta canción.

Desde aquí desde mi casa
Veo la playa vacía
Ya lo estaba hace unos días
Ahora está llena de lluvia

Y tu ahí sigues sin paraguas
Sin tu ropa paseando
Como una tarde de julio
Pero con frío y tronando

Se puede saber que esperas
Que te mire y que te seque
Que te vea y que me quede
Tomando la luna juntos

La luna tu y yo expectantes
A que pase algún cometa
O baje un platillo volante

Y la playa llora y llora
Y desde mi casa grito
Que aunque pienso en abrazarte
Que aunque pienso en ir contigo

El doctor me recomienda
Que no me quite mi abrigo
Que no esté ya más contigo

Y yo no puedo negarme
Pues el tipo soy yo mismo
Estudié mientras dormías
Y aún repaso las lecciones
Una a una cada día

Yo no puedo aconsejarte
Ya es muy duro lo que llevo
Dejemos que corra el aire
Y digámonos adiós.

Aunque siga suspirando
Por algo que no era cierto
Me lo dicen en los bares
Es algo que llevas dentro

Que no dejas que te quieran
Solo quieres que te abracen
Y tu publicas que no tuve ni el valor para quedarme
Yo rompí todas tus fotos
Tu no dejas de llamarme
Quien no tiene valor para marcharse
Quien no tiene valor para marcharse
Quien no tiene el valor para marcharse
Quien prefiere quedarse y aguantar
Marcharse y aguantar.


(Turnedo, Iván Ferreiro)

martes, octubre 11, 2005

El odio y la piedad

Resulta que al fabulista terapéutico Jorge Bucay, como a esa presentadora de televisión, también se le corta-pegan en el ordenador párrafos de otros libros. Últimamente pienso en el plagio y no me parecería tan mal que se rescaten historias olvidadas si no fuera porque se lucran de ellas (obtienen dinero y admiración) como si fueran enteramente suyas, y porque nos privan del placer del descubrimiento, de la emoción de leer una buen e inédito cuento a partir de alguna referencia extraña. Con todo, lo más interesante del artículo sobre Bucay (ayer, en El País) es la profesión de la autora plagiada: es consultora filosófica. ¿Cómo se pide una cita? Estoy a falta de consejos, hasta de los demagógicos.
Mientras no consiga cita, yo también me dedico a plagiar. Casi todo lo que pienso estos días sobre casi todas las cosas lo dice hoy Rosa Montero. Escribe sobre María, una mujer que después de que unos neonazis propinaran palizas a inmigrantes, va a dormir con ellos (con los inmigrantes, claro, no con los neonazis) a sus asentamientos insalubres porque sabe que si ella, una mujer blanca, está allí, la Policía vigilará más. Y Rosa Montero concluye, y es algo que quiero escribir para no olvidarlo: "María es un personaje estrafalario. Su preocupación por el prójimo resulta excesiva, casi una chifladura. Los nazis, en cambio, no nos parecen tan raros: sí, son unos criminales a los que hay que perseguir y encarcelar, pero no nos sorprenden: forman parte del mal del mundo. Nuestra enfermiza sociedad parece aceptar mejor el odio que la piedad".