Afinando
Alguien le había contado que en Hungría hubo durante muchos años un número de teléfono adonde se podía llamar para oír el Do, el sonido A. Cuando lo habías perdido, cuando necesitabas la referencia para afinar la voz o un instrumento llamabas y ahí estaba el sonido A. Quizás pudiera llamar a Hungría, averiguar ese número y llamar luego ahí, porque él lo había perdido, había perdido la referencia y si no tenía ninguna persona a quien llamar tal vez pudiera sólo quedarse escuchando el Do que otros antes que él habían necesitado. Y Hull volvía a colgar y luego levantaba el auricular, el zumbido continuo era lo más parecido a lo que estaba buscando. Pensó que en Hungría ya ese servicio habría dejado de existir. Lo habrían privatizado primero y, después, lo habrían eliminado.
Existe un libro genial que se llama El lado frío de la almohada de una escritora genial que se llama Belén Gopegui. Yo me había leído el libro, que aún debo devolver a Gonzalo, pero fue I. quien me descubrió este párrafo. Desde entonces, en días como éste, en los que el cansancio y el desconcierto abruman un poco, en los que cuesta un poco hacer las cosas sin querer, pienso que me hace falta que alguien me dé el do.
Existe un libro genial que se llama El lado frío de la almohada de una escritora genial que se llama Belén Gopegui. Yo me había leído el libro, que aún debo devolver a Gonzalo, pero fue I. quien me descubrió este párrafo. Desde entonces, en días como éste, en los que el cansancio y el desconcierto abruman un poco, en los que cuesta un poco hacer las cosas sin querer, pienso que me hace falta que alguien me dé el do.