lunes, abril 17, 2006

El país de Pessoa

Hace unos días descubrí un piropo precioso destinado a un escritor muerto. Un crítico decía de él que era una sugestiva contribución a esa tribu de frecuentadores del fulgor de unas pocas palabras. Es una de esas frases redondas y complejas, que uno no acaba de entender o que tal vez comprende demasiado bien. La frase contiene, además, un muro, que yo contribuyo a levantar un poco cada uno de estos días. Porque estoy muy lejos de frecuentar el fulgor de unas pocas palabras, no sólo por mis limitaciones naturales sino porque ahora existe una barrera que se llama intensidad. Ella me impide contar lo que ocurre como lo hacía antes, porque antes de poder escribirlo, un nuevo suceso le ha ganado la partida, y el hecho antiguo se queda deslucido, como si fuera una frase construida sólo con palabras viejas.
Si tuviera que explicar lo que he vivido los últimos diez días debería hablar de dos viajes, cuatro noches, un minuto mágico y, sobre todo, de una persona esencial a la que no me atrevo a llamar "tú". Pero todo eso que he atesorado, que recordaré en el tiempo pase lo que pase con esta historia, es arrollado por otro viaje, con sus cuatro noches y, ojalá, más minutos mágicos, que empieza dentro de unas horas. Me marcho a la ciudad de Pessoa y me voy, quizá, en uno de esos escasos instantes en la que una se cree que sí que existe ese país donde ser feliz consiste solamente en ser feliz. Si existe o no, os lo cuento a la vuelta.

sábado, abril 08, 2006

Camino a la perdición

Aunque tú no lo sepas.

Como la luz de un sueño,
que no raya en el mundo pero existe,
así he vivido yo,
iluminando esa parte de tí que no conoces,
la vida que has llevado junto a mis pensamientos.
Y aunque tú no lo sepas,
yo te he visto cruzar la puerta sin decir que no
pedirme un cenicero, curiosear los libros,
responder al deseo de mis labios con tus labios de whisky,
seguir mis pasos hasta el dormitorio.
También hemos hablado en la cama,
sin prisa, muchas tardes,
esta cama de amor que no conoces,
la misma que se queda fría cuando te marchas.
Aunque tú no lo sepas te inventaba conmigo,
hicimos mil proyectos,
paseamos por todas las ciudades que te gustan,
recordamos canciones,
elegimos renuncias,
aprendiendo los dos a convivir
entre la realidad y el pensamiento.
Espiada a la sombra de tu horario
o en la noche de un bar por mi sorpresa.
Así he vivido yo,
como la luz del sueño
que no recuerdas
cuando te despiertas.

(Luis García Montero)