1.461 días, infinitas noches
Hoy hace cuatro años que abrí este blog. Vivía en otra ciudad, escribía casi a diario, estaba llena de sueños imposibles y amaba la ausencia de alguien. Luego vino otra ciudad, otros deseos y otras ausencias, que en realidad eran las mismas. Hoy vivo en mi ciudad, la que siempre he pensado que no será mi ciudad, escribo poco, estoy llena de sueños imposibles y sigo amando algo intangible. Debería haber evolucionado a una poesía más oscura, pero los versos de Benedetti siguen estando escritos para mí (por favor, no te salves). Me sobra intensidad pero ya no sé vivir de otra manera o, quizá sea más preciso, nunca he querido aprender. Lo mejor de mí son los demás: me siento en paz cuando siento que quiero a alguien con lealtad, cuando soy infatigable en el afecto. No he dejado de apuntarme frases que iluminen mi caos (La última: "Hacer justicia es imposible, porque la justicia no existe. Pero en cambio la injusticia, sí. La injusticia es fácil combatirla porque salta a la vista, y entonces todo se vuelve muy claro"). Cuanto más críptica soy, ya lo sabéis, más me desnudo. Si quisiera que aitormena fuera algo sería un homenaje a mis amigos, a los que dudan, a los que me entienden, a los que no comprenden nada en absoluto, a los que nunca han olvidado que les quiero. A los que no conozco en esa vida supuestamente real, y me descifran entre pistas cibernéticas. A los que me perdonan el desvarío egocéntrico de este blog, que últimamente sólo gira en torno a lo que agita mi corazón, aunque a su alrededor se desaten catástrofes insoportables. Cambiaré. Escribiré. Y mantendré a salvo todos mis sueños imposibles. Al menos, durante cuatro años más.