martes, mayo 27, 2008

Txoria

El jueves, a media tarde, en un autobús que regresaba de Alejandría a El Cairo, una mujer de timbre precioso entonó una vieja canción vasca, de las que obligan a emocionarse, aunque uno quiera guarecerse con todos los cinismos del mundo. Hoy por la mañana, en un bar, su cantante, la voz que convirtió la canción en un himno íntimo, estaba en la barra, con una copa de vino blanco, apenas sostenida por una mano temblorosa. Ahora le rescato en youtube, y me aferro, con más intensidad que nunca, a la belleza, tan efímera, de las cosas.

domingo, mayo 04, 2008

Lo bello y lo sublime

"No hay raíces, la gente hace lo que ve en las 'sit-com' de la tele" (Richard Hell)

Una crítica de cine me ha recordado al Kant por el que pasamos de puntillas en COU (segundo de bachillerato para lectores imberbes): "Lo bello encanta, lo sublime conmueve". Esta tarde he visto Elegy, que sostiene que las mujeres guapas, paradójicamente, son invisibles, porque nos quedamos en la cáscara, en el envoltorio, y no vamos más allá. La película, como la mayoría de las que se inspiran en una novela, ambiciona mucho y se queda corta, hay pinceladas pero no trazos. A veces, la vida es también un hermoso artefacto estético, un envoltorio que camufla su poca trascendencia con una lista interminable de obligaciones cotidianas -o en la literatura, si se opta por sofisticar el método-, un amago de profundidad que nunca cuaja. La vida es esa mujer guapa -o ese hombre- al que nunca acabamos de conocer, a la que recorremos melifluamente en su superficie y en la que sólo nos posamos cuando nos sacude.