viernes, enero 29, 2010

Orfandad (El guardián)

Holden (el auténtico) decía que cuando un libro le gustaba de verdad ansiaba que el autor fuera amigo suyo para poder llamarle por teléfono cuando quisiera. No creo que Salinger estuviera dispuesto a charlar distendidamente con sus lectores; por algún motivo, los autores más sensibles no suelen corresponderse con las personas más afectuosas. Personalmente, lo único que me importa del carácter huraño de Salinger es que concibiera el libro que con más precisión y delicadeza ha detectado las contradicciones de la adolescencia, esa tensión insoportable entre los tics infantiles y los deseos adultos. Hoy, para completar sus elipsis vitales, los obituarios casarán anécdotas oscuras y años de reclusión voluntaria, pero este misántropo no necesitó contactos ni presentaciones para esbozar el oficio más hermoso: el guardián rodeado de espigas doradas, tenso siempre en el precipicio para que ningún niño caiga en él.

5 Comments:

Blogger ybris said...

Acababa de releer El Guardián cuando me llegó la noticia de su muerte.
Y pensé en Holden -el de verdad y éste.
Un recuerdo merecido al huraño Salinger, una mirada de comprensión a su Holden guardián entre el centeno y

besos a esta Holden-Aitormena tan fiel a sus propias confesiones.

7:28 a. m.  
Anonymous Pereira said...

Se fue Salinger. Y se llevó con él su historia más de oscuros que de claros. Me cae bien el tipo por su renuncia a llevar una vida impecable. En realidad más parece una existencia tortuosa. Alguien que contaminó de infelicidad su entorno. Me gusta por eso, porque desafía nuestro deseo infantil de simplificar y catalogar todo. Y nos dice que todo es contradictorio. Saligner escribió un muy buen libro. Aunque él no lo fuera. De hecho una vez publicado ese libro ya no era suyo. Era de cada uno de aquellos que lo leímos. Y que entendimos cosas que el propio Salinger ni siquiera llegó a imaginar. Porque cada uno lo leímos desde nuestras circunstancias. Me cae bien el tal Salinger porque parece que nunca se creyó demasiado importante. Y, sobre todo, nunca nos consideró relevantes siquiera para saciar nuestras curiosidades. Yo ya he escrito, ahora el libro es suyo. Que les den, pensó. Y eso, sí señor, es un principio.

2:44 p. m.  
Blogger Recopilador de Historias said...

Lo leí. Menos mal que el "reemplazo" no se le ha encargado a Juan Cruz.

Me quedo con tu heterodoxo obituario.

9:14 p. m.  
Blogger Humo said...

Fíjate que cuando me enteré de su muerte en la primera persona que pensé fue en tí.
¿Quién era Salinger? ¿Qué saben sus biógrafos o sus detractores sobre lo que pasaba por su cabeza? ¿Cuántas veces tuvo ansiedad, alguien le decepcionó, sintió frío por la noche en pleno verano?
y ¿Qué más da?

10:08 a. m.  
Blogger . said...

Cuando me enteré de su muerte me lo imaginé en campos de centeno, libre de detractores y admiradores. Escuchando el silencio del centeno en soledad.

9:42 a. m.  

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