jueves, marzo 30, 2006

Distinto

En una entrevista concedida al San Francisco Chronicle, Charles Chaplin habla sobre el rodaje de 'El gran dictador' y dice:
Siempre hay dos películas: la que se hace y la que queda en el camino. La segunda suele ser la mejor, casi siempre. Sospecho que sucede otro tanto con los acontecimientos históricos: siempre hay varias sendas simultáneas y solamente la imaginación permite rastrearlas todas...
Y es verdad, siempre hay una película, un libro o una vida que está mejor dibujada en la imaginación que la que luego rodamos, escribimos o experimentamos. Existen encrucijadas, prácticamente diarias, en las que descartamos otras rutinas y, a veces, un jueves por la noche, mientras el trabajo agoniza, repasas otras vías y no te gusta, no te gusta imaginar que hubiera podido ser distinto.

miércoles, marzo 22, 2006

Tregua

Cuando resido en este país que no sueña
cuando vivo en esta ciudad sin párpados
donde sin embargo mi mujer me entiende
y ha quedado mi infancia y envejecen mis padres
y llamo a mis amigos de vereda a vereda
y puedo ver los árboles desde mi ventana
olvidados y torpes a las tres de la tarde
siento que algo me cerca y me oprime
como si una sombra espesa y decisiva
descendiera sobre mí y sobre nosotros
para encubrir a ese alguien que siempre afloja
el viejo detonador de la esperanza.

Cuando vivo en esta ciudad sin lágrimas
que se ha vuelto egoísta de puro generosa
que ha perdido su ánimo sin haberlo gastado
pienso que al fin ha llegado el momento
de decir adiós a algunas presunciones
de alejarse tal vez y hablar otros idiomas
donde la indiferencia sea una palabra obscena.

Confieso que otras veces me he escapado (...)

Miré
admiré
traté de comprender
creo que en buena parte he comprendido
y es estupendo
todo es estupendo
sólo allá lejos puede uno saberlo
y es una linda vacación
es un rapto de imágenes
es un alegre diccionario
es un fácil recorrido
es un alivio.

Pero ahora no me quedan más excusas
porque se vuelve aquí
siempre se vuelve.

La nostalgia se escurre de los libros
se introduce debajo de la piel
y esta ciudad sin párpados
este país que nunca sueña
de pronto se convierte en el único sitio
donde el aire es mi aire
y la culpa es mi culpa
y en mi cama hay un pozo que es mi pozo
y cuando extiendo el brazo estoy seguro
de la pared que toco o del vacío
y cuando miro el cielo
veo acá mis nubes
y no me siento al margen
ahora ya sé que no me siento al margen.

Quizá mi única noción de patria
sea esta urgencia de decir Nosotros
quizá mi única noción de patria
sea este regreso al propio desconcierto.

(Mario Benedetti)

lunes, marzo 20, 2006

Before Sunset

-Pequeño, creo que vas a perder ese avión
-Lo sé

martes, marzo 14, 2006

La muñeca de Kafka (Salvación)

Abandonemos las tragedias, por la otra cara de la luna. La anécdota es cortesía del señor Paul Auster (Brooklyn Follies).

Estamos en el último año de la vida de Kafka, que se ha enamorado de Dora Diamant, una chica polaca de diecinueve o veinte años de familia hasídica que se ha fugado de casa y ahora vive en Berlín. Tiene la mitad de años que él , pero es quien le infunde valor para salir de Praga, algo que Kafka desea hacer desde hace mucho, y se convierte en la primera y única mujer con quien Kafka vivirá jamás. Llega a Berlín en otoño de 1923 y muere la primavera siguiente, pero esos últimos meses son probablemente los más felices de su vida.A pesar de su deteriorada salud. A pesar de las condiciones sociales de Berlín: escasez de alimentos, disturbios políticos, la peor inflación en la historia de Alemania. Pese a ser plenamente consciente de que tiene los días contados.
Todas las tardes, Kafka sale a dar un paseo por el parque. La mayoría de las veces, Dora lo acompaña. Un día, se encuentra con una niña pequeña que está llorando a lágrima viva. Kakfa le pregunta qué le ocurre, y ella contesta que ha perdido su muñeca. Él se pone inmediatamente a inventar un cuento para explicarle lo que ha pasado. "Tu muñeca ha salido de viaje", le dice. "Y tú como lo sabes?", le pregunta la niña. "Porque me ha escrito una carta", responde Kafka. La niña parece recelosa. "¿Tienes ahí la carta?", pregunta ella. "No, lo siento", dice él, "me la ha dejado en casa sin darme cuenta, pero mañana te la traigo". Es tan persuasivo que la niña ya no sabe qué pensar. ¿Es posible que ese hombre misterioso esté diciendo la verdad?
Kafka vuelve inmediatamente a casa para escribir la carta. Se sienta frente al escritorio y Dora, que ve cómo se concentra en la tarea, observa la misma gravedad y tensión que cuando compone su propia obra. No es cuestión de defraudar a la niña. La situación requiere un verdadero trabajo literario, y está resuelto a hacerlo como es debido. Si se le ocurre una mentira bonita y convincente, podrá sustituir la muñeca perdida por una realidad diferente; falsa, quizá, pero verdadera en cierto modo y verosímil según las leyes de la ficción.
Al día siguiente, Kafka vuelve apresuradamente al parque con la carta. La niña lo está esperando y, como todavía no sabe leer, él se la lee en voz alta. La muñeca lo lamenta mucho, pero está harta de vivir con la misma gente todo el tiempo. Necesita salir y ver mundo, hacer nuevos amigos. No es que no quiera a la niña, pero hace falta un cambio de aires y, por tanto, deben separarse durante una temporada. La muñeca promete entonces a la niña que le escribirá todos los días y la mantendrá al corriente de todas sus actividades.
Ahí es donde la historia empieza a llegarme al alma. Ya es increíble que Kafka se tomara la molestia de escribir aquella primera carta, pero ahora se compromete a escribir otra cada día, única y exclusivamente para consolar a la niña, que es una completa desconocida para él, una criatura que se encuentra casualmente una tarde en el parque. ¿Qué clase de persona hace una cosa así? Y cumple su compromiso durante tres semanas, Nathan. Tres semanas. Uno de los escritores más geniales que ha existido jamás sacrificando su tiempo (su precioso tiempo que va menguando cada vez más) pra redactar cartas imaginarias de una muñeca perdida. Dora dice que escribía cada frase prestando una tremenda atención al detalle, que la prosa era amena, precisa y absorbente. En otras palabras, era su estilo característico, y a lo largo de tres semanas Kafka fue diariamente al parque a leer la otra carta a la niña. La muñeca crece, va al colegio, conoce a otra gente. Sigue dando a la niña garantías de su afecto, pero apunta a determinadas complicaciones que han surgido en su vida y que hacen imposible su vuelta a casa. Poco a poco, Kafka va preparando a la niña para el momento en que la muñeca desaparezca de su vida por siempre jamás. Procura encontrar un final satisfactorio, pues teme que, si no lo consigue, el hechizo se rompa. Tras explorar diversas posibilidades, finalmente decide casar a la muñeca. Describe al joven del que se enamora, la fiesta de pedida, la boda en el campo, incluso la casa donde la muñeca vive ahora con su marido. Y entonces, en la última línea, la muñeca se despide de su antigua y querida amiga.
Para entonces, claro está, la niña ya no echa de menos a la muñeca. Kafka le ha dado otra cosa a cambio, y cuando concluyen esas tres semanas, las cartas le han aliviado de su desgracia. La niña tiene la historia, y cuando una persona es lo bastante afortunada para vivir dentro de una historia, para habitar en un mundo imaginario, las penas de este mundo desaparecen. Mientras la historia siga su curso, la realidad deja de existir.

Las historias. Sea cual sea la tragedia, ellas son la salvación.

lunes, marzo 13, 2006

Tragedias (II)

¿Os acordáis de esas maletas azules que contenían un enorme saco amarillo de colacao? En mi casa circuló alguna, que yo vacié y adopté como contenedor de juguetes. Tendría cinco o seis años y, en una discusión con mis sufridos padres, cogí con dignidad la maleta del colacao y, muy resuelta, me marché de casa. Llegué hasta el portal (fue un camino brevísimo, porque mis padres han vivido siempre en un primero) y allí me quedé hasta que el aburrimiento pudo más que el orgullo, o quizá hasta que algún adulto (con mueca divertida) vino a buscarme. El caso es que, veinte años después, sigue presente esa pulsión por abandonar el lugar de la disputa. Me he aleccionado, he ensayado conductas más sensatas, pero ante las peleas y los debates encendidos, me repliego y huyo, cada vez con menos dignidad. A quien no lo sufra tal vez le parezca un conflicto secundario, pero no soportar las discusiones evita que sepa, a estas alturas, que a veces constituyen el mejor atajo para solucionar algo y, aún más importante, para conocer al otro. Esta es mi segunda tragedia.

viernes, marzo 10, 2006

Tragedias (I)


La primera tragedia es que ningún amor real, cotidiano y amable puede competir en entrega, pasión y belleza con uno imposible.

miércoles, marzo 08, 2006

Incertidumbre

"Y era tan natural cruzar la calle, subir los peldaños del puente, entrar en su delgada cintura y acercarme a la Maga que sonreía sin sorpresa, convencida de que un encuentro casual era lo menos casual en nuestras vidas, y que la gente que se da citas precisas es la misma que necesita papel rayado para escribirse o que aprieta desde abajo el tubo del dentrífico"
(Rayuela, Julio Cortázar)

Me fascinan las casualidades, soy una austeriana sin remedio. Pero también me gusta persuadirme de que esa casualidad no es tal. Recibir una sorpresa con mi sonrisa de chica segura; afrontar el encuentro más inesperado con una tranquilidad abrumadora; que aparezcas y mi cara diga: "sabía que vendrías" (cuando jamás he albergado tal certeza). Disfruto con ese coqueteo entre el destino (eso a lo que parecemos abocados) y el azar(esos regates que nos regala el día a día) . Quizá por eso me encantan estos días, cargados de citas imprecisas. Soy una lamentable adicta a la incertidumbre.

lunes, marzo 06, 2006

Tregua

Hay tantas cosas que tienes que saber de mi, que no sé si tendré la ocasión y el coraje para contártelas. Si las supieras, lo entenderías casi todo. También podrías decidir que esto es demasiado complicado, y asustarte, y acabar con algo que ni siquiera ha empezado. Pero aún así, me gustaría que las supieras. Estar contigo sin prisas, y que las palabras me salieran fáciles, no como ahora que se quedan aprisionadas en algún lugar de mi garganta. Necesito que me conozcas y que me rechaces por lo que soy, antes de que me aceptes por lo que crees que soy. Tienes que saber que ser inflexible o distante no te servirá de nada; a lo sumo, aumentarás mi consumo de chocolate y películas lacrimógenas. Pero no te habrás acercado ni un centímetro a mí. Tienes que saber que la única vez que he estado enamorada en mi vida me costó muchísimo volver a dormir sola y que desde entonces no he vuelto a dormir más de tres noches seguidas con nadie. Tienes que saber que pienso en quien quiero más de lo que llamo, y es una pena, porque nadie mide los pensamientos, pero sí contabiliza las llamadas perdidas. Tienes que saber que tengo tanto miedo a que me quieran y a no merecerlo que cualquier excusa va a ser buena para abandonar. En X. el pasado, en J. la distancia, en E. el momento, en R. la edad... Puedo inventarme una para ti, pero esta noche me voy a dar una tregua y voy a leerme una entrevista que contiene cosas como esta:

El nacionalismo es más parecido a una religión que a una teoría científica. Las cosas que más excitan a la gente poco reflexiva son las que no existen, como Dios, la nación y todas estas cosas. Las caricaturas de Mahoma no son nada en comparación con las que se publicaron de Darwin desde 1859. Por cierto, que la etiqueta del anís del Mono sigue siendo una caricatura de Darwin. No creo que ningún científico se sienta ofendido por ello. Más bien se ríen. Pero hay mucha gente que no perdona por cosas que no tienen la menor importancia.

Sí. Esta noche, tregua. No me enfadaré por nada que no tenga importancia, brindaré porque la libertad de expresión incluya escuchar y ver cosas que no nos gustan e intentaré coger fuerzas para que esta vez, por una vez, la cobardía no le gane la partida al deseo.