viernes, septiembre 30, 2005

Recetas contra el insomnio

El lunes padecí una de esas espantosas noches de insomnio: se me ocurren las peores cábalas posibles sobre cualquier situación. Un sondeo espontáneo y parcial (como el de cualquier periódico en periodo electoral) me dice que no fui la única. Como no es la primera vez que me pasa, ya he desarrollado unos cuantos trucos:
- Descarto la tele (porque no me absorbe lo suficiente) y la música alta (porque no vivo sola)
- Cojo un libro, pero no sólo leo: subrayo párrafos para que me calen las palabras de otras y se me olviden las mías. El lunes yo apunté: Lo que me preocupa no es que tengas pájaros en la cabeza, sino que sean los mismos pájaros (primer capítulo de Obabakoak: relectura para comparar con la versión cinematográfica)
- Me preparo un colacao muy lentamente
- Abro alguna ventana, y respiro de forma muy profunda no menos de ocho veces
- Solo en caso de que el insomnio se deba a alguna inmoralidad que estoy deseando cometer, limpio la cocina (este año aún no me ha pasado, ay)
- Imagino cartas que luego nunca podré reproducir por escrito y diálogos con quien no podré hablar; redacto mentalmente inicios de guiones y de cuentos
- Me invento regalos, con lazo incluido, que al amanecer no consigo recordar
- Saco fotos absurdas con la cámara digital
- Planeo escapadas: en tren a París, en vespa por Roma, en Portugal con ellas y este fin de semana con I. al desierto o algun paraje rural improvisado. Eso sí es una buena receta contra el insomnio; excelente compañía, 48 horas sin pautas ni límites y una sola expectativa: vivir.

PD. Amis dice : Lo que define a un escritor es que está mas vivo cuando está solo.

jueves, septiembre 15, 2005

Amor, etc.

Me voy unos días. No es producto de mi pequeña conmoción emocional, aunque sería muy propio de mí anunciar algo así. Pero lo cierto es que este pequeño viaje llevaba planeado una semana, así que no hay huida dramática que contar. Ahora que lo pienso me he cargado la escena llorosa, con traqueteo de tren y música melancólica. Pero podéis imaginarme paseando por una playa pensativa ;). Luego podéis abrir el plano, y descubrir a turistas rezagados jugando a pala y embadurnados de crema. Como veis, hoy me niego a dignificar la tristeza. Dejo el párrafo que os debo desde el otro día. Hasta pronto, guapos.


"Amor, etc. La proposición es simple. El mundo se divide en dos categorías: quienes creen que el propósito, la función, el acompañamiento y la melodía principal de la vida es el amor, y que todo lo demás -todo lo demás- es únicamente etc.; y aquellos otros, esos numerosos desdichados, que creen fundamentalmente en el etc. de la vida. Para quienes el amor, por muy agradable que sea, no es sino una pasajera agitación de la juventud, el parlanchín preludio a la obligación de cambiar pañales, pero no algo tan sólido, inmutable y fiable como, digamos, la decoración del hogar. Ésta es la única división entre las personas que cuenta".
(Julian Barnes, Hablando del asunto)


¿Y qué es el amor? "El amor es que te vayan a buscar a la salida del trabajo" (Candela Peña, princesa)

Una palabra tuya

Hoy quería escribiros un párrafo que me ha gustado de Julian Barnes, pero se ha cruzado una llamada que ha cambiado radicalmente mi humor. Y como no puedo desahogarme en ningún sitio, porque nadie, salvo quizá dos excepciones (S. y M., tal vez no lo sepáis, pero sois mis preciosas excepciones), entiende realmente lo que me pasa (casi ni yo) pues prefiero no cansar a nadie real. No digo que no seais reales, claro, solo digo que podéis dejar de leerme cuando querais. En cambio, si me tuvieráis delante, tendrías que sostenerme la mirada, disimular las muecas de perplejidad o resistir la sana tentación de juzgarme.
Y lo primero que pensaríais sería: hace dos días esta chica presentía un año genial. Se tomaba excelentemente bien un accidente de coche. Y llegaríais a la misma conclusión que yo: que presento un cuadro clarísimo de maniaco-depresiva. Soy una montaña rusa emocional, y hoy toca cuesta abajo.
Toca cuesta abajo, porque me permito caerme muy pocas veces, pero cuando lo hago, no estás. Quiero que estés aquí, ahora, y no escuchar tu voz por teléfono anunciando una llegada que no es real, que casi nunca lo es. Quiero escucharte sin prisas, porque sé que una palabra tuya bastará para sanarme, lo sé aunque al mundo no le guste. Porque hoy necesito engañarme un poquito.
Y sé que tengo algo de razón en mi enfado triste, porque todo lo que pienso en estos momentos va en contra de todos los décalogos de todos los libros de autoayuda del mundo (y eso tiene que ser necesariamente bueno.) Hoy me atrevo a decir que reniego de los victimismos, de los cobardes y de quien confunde el amor con posesión (parece obvio, pero no lo es; ojalá lo fuera).
Pese a todo, diez líneas más abajo, me siento mejor. No me apetece enfadarme, porque siento una absurda superioridad moral, por algo tan vulgar como pensar que he hecho lo correcto. Siempre me prometo: la próxima vez no lo haré, seré egoísta, mala malísima, hasta entornaré los ojos en plan mujer fatal, si hace falta.
Pero no me sale. No es que no pueda, que sea buena genéticamente o que luego me vaya a sentir culpable. Es que no me sale, orgánicamente, fisiológicamente. Hay algo aquí dentro, tras los dedos que teclean, detrás de mi camiseta, de mi piel, de mi pelo, hay algo que se niega a buscar el atajo que tarde o temprano hay que coger.
Joder.
Que condena.
Bendita condena.
Amén.

martes, septiembre 13, 2005

El trece

Hoy, martes y trece, es mi cumpleaños. Un par de horas antes de medianoche un tipo me ha dado un golpe con el coche: la puerta del conductor está abolladísima, yo no tengo ni un rasguño. Cogía mi pobre ZX para volver a casa, y pasar mi día aquí, con los míos. Cuando he llegado, media hora antes de medianoche, me he encontrado con que mi cama estaba ocupada (es largo de explicar) y que tengo que compartir habitación con mi hermano adolescente. Eso no sería mucho problema, si no fuera porque mañana tiene su último exámen y su despertador sonará a las cinco de la mañana. Por fin han llegado las doce y he recibido dos mensajes de móvil de, probablemente, dos de las personas que menos podría imaginar.
Así que así es como yo lo veo:
-mis 25 años han terminado con un fuerte golpe, pero al fin y al cabo indoloro (el que me ha dado era un cubano encantador que sólo repetía: perdona, mi amol)
-mis 26 empiezan con algunas incomodidades, pero fáciles de reducir con sentido del humor, y sobre todo con sorpresas y gestos inesperados
Así que así es como yo lo veo:
El trece me da suerte, aún me gustan los cumpleaños, no me importa que el optimismo esté pasado de moda, no he madurado nada y presiento que este año va a ser absolutamente genial.

viernes, septiembre 09, 2005

Don Manuel

Hoy he soñado con Don Manuel, mi profesor de segundo de EGB. Ahora que lo pienso, era calcadito a Valle Inclán, con sus pequeñas gafas y una larga barba rizada. Hubo muchos gestos suyos que me calaron. Tenía esa rara intuición para saber qué te atemorizaba o te avergonzaba, y evitarte el trago como si no se hubiera dado cuenta de nada. Por entonces, yo era la niña más ingenua del mundo. Un día, en una clase, de pasada, contó que su madre había muerto, imagino que varios años atrás. Creo que intentaba familiarizarnos con el concepto de muerte, sin dramas. Pero yo me lo tomé a la tremenda. Esa tarde, compungida -porque no se me ocurría nada más horrible a mis siete años que que alguien hubiera perdido a su madre-, no paré hasta comprarle un ramo de rosas. No recuerdo qué pensaron mis padres. Tampoco él, cuando al día siguiente aparecí con mis flores unidas torpemente por papel albal arrugado. Adoraba a ese hombre y creo que él también me cogió mucho cariño, pese a que yo ya ofrecía mis primeros y claros síntomas de desequilibrio mental. Después me enteré de que en los últimos años había tenido más de un enfrentamiento con las nuevas generaciones de alumnos, seguramente más espabiladas que la mía.
Hace unos días me crucé con él en la Parte Vieja. Andaba muy pausadamente y su barba tenía muchísimas canas. No me atreví, no me atreví a acercarme y decirle, soy yo, me diste clase hace casi 20 años, soy esa niña loca y atolondrada que te llevó rosas un día porque tu madre se había muerto y mi pequeño universo no podía soportar la idea de que alguien sufriera una pérdida así. Si tengo otra oportunidad, trataré de no desperdiciarla y explicarle que fue el mejor profesor que ninguna ficción haya podido inventar, que es un persona clave de la dimensión más idílica de mi infancia, que me encantaría leerle libros cuando esas pequeñas gafas ya no le sirvan y hasta comprarle rosas, otra vez.

jueves, septiembre 08, 2005

Forges, poeta

miércoles, septiembre 07, 2005

Eternal Sunshine of the spotless mind



Ayer vi Olvidate de mí y me vino a la cabeza una frase con la que encabeza Eduardo Galeano su libro de abrazos:
Recordar. Del latín recordis, volver a pasar por el corazón.

lunes, septiembre 05, 2005

Me quedo



Resuelta la encrucijada. Fue más fácil cuando asimilé la visión de Oracle: disfrutar de la elección desde la libertad y descartar que sea un callejón sin salida. Tengo mil salidas posibles, ahora lo sé, y por eso me quedo. No sé por cuanto tiempo, pero mi instinto dice que es lo más acertado, que tengo algo más que hacer en esta ciudad. No tengo muy perfilada mi misión, salvo contar historias todos los días y no pensar en ti todas las noches.
Tengo una compañera de piso que ahora se dedica a apuntar frases. Anoche me dijo, con toda la solemnidad posible de sus 19 años, que el camino más largo empieza con el primer paso. Y en esas estoy, sin moverme pero sin parar. Otro invierno aquí, y aunque añoro mi casa, me gusta la idea de volver a esa habitación a pasar frío y buscar un abrigo que no tiene nombre.