Tan reales como uno
Creo en la religión de las casualidades, de las pistas que se cuelan en los buzones y en las parabrisas. Ayer viajaba en un autobús en uno de esos días que sabes, admites, aceptas que la realidad y la ficción van a ignorar su frontera. Pensaba en un post que ha escrito Carol Blenk esta semana, en que me gusta ser una sola y en que me asusta, también, porque no sé proteger esa sensación, esa certeza agradable, sin estar siempre un poco lejos de todo y de todos. Entonces he abierto un libro que me acabo de comprar y en la página 55 he leído lo que yo llamo una buena pista.
Podía escribir la historia tres veces seguidas, desde tres puntos de vista; lo que la emocionaba era la perspectiva de libertad, de verse exonerada de la lucha engorrosa entre el bien y el mal, los héroes y los villanos. Ninguna de las tres versiones era mala ni tampoco especialmente buena. No necesitaba enjuiciar. No tenía que haber una moraleja. Sólo había que mostrar mentes separadas, tan vivas como las suya, luchando contra la idea de que otras mentes estaban igualmente vivas. No era sólo la maldad y las intrigas las que hacían infeliz a la gente, sino la confusión y la incomprensión; ante todo, era la incapacidad de comprender la sencilla verdad de que las demás personas son tan reales como uno. Y sólo en un relato se podía penetrar en esas mentes distintas y mostrar que valían lo mismo. Era la única enseñanza que debía haber en una historia.
(Expiación, Ian McEwan)
Podía escribir la historia tres veces seguidas, desde tres puntos de vista; lo que la emocionaba era la perspectiva de libertad, de verse exonerada de la lucha engorrosa entre el bien y el mal, los héroes y los villanos. Ninguna de las tres versiones era mala ni tampoco especialmente buena. No necesitaba enjuiciar. No tenía que haber una moraleja. Sólo había que mostrar mentes separadas, tan vivas como las suya, luchando contra la idea de que otras mentes estaban igualmente vivas. No era sólo la maldad y las intrigas las que hacían infeliz a la gente, sino la confusión y la incomprensión; ante todo, era la incapacidad de comprender la sencilla verdad de que las demás personas son tan reales como uno. Y sólo en un relato se podía penetrar en esas mentes distintas y mostrar que valían lo mismo. Era la única enseñanza que debía haber en una historia.
(Expiación, Ian McEwan)
4 Comments:
Pues sí, es que es bastante difícil, a mi entender, saber proteger el mundo interior de cada uno, sin aislarse de los demás, pero es muy importante saber hacerlo.
Un abrazo!
Y su correlato, que no se puede conocer a nadie, ni siquiera por lo que dice de sí mismo, porque la condición del relato respecto a la realidad es siempre postiza.
Los otros siguen pareciéndome unos cabrones, and the story is a saddening bore / 'cos I wrote it ten times or more.
Holden, creo que lo importante es saber ser una sola con equilibrio, no? A mí me encantan esos días que describes, cuando "la realidad y la ficción van a ignorar su frontera". Lo has descrito genial.
(Otra pista que identifica a los solos: siempre se nos ocurren cosas mientras viajamos en transporte público)
Besos, guapa
Es tan cierto eso que dices de que hay días en los que la realidad y la ficción van a ignorar su frontera... es lo que tiene vivir en este mundo posmoderno. Borges ya lo predijo en su increíble Tlön, Uqbar, Orbis Tertius.
Publicar un comentario
<< Home