Una palabra tuya
Hoy quería escribiros un párrafo que me ha gustado de Julian Barnes, pero se ha cruzado una llamada que ha cambiado radicalmente mi humor. Y como no puedo desahogarme en ningún sitio, porque nadie, salvo quizá dos excepciones (S. y M., tal vez no lo sepáis, pero sois mis preciosas excepciones), entiende realmente lo que me pasa (casi ni yo) pues prefiero no cansar a nadie real. No digo que no seais reales, claro, solo digo que podéis dejar de leerme cuando querais. En cambio, si me tuvieráis delante, tendrías que sostenerme la mirada, disimular las muecas de perplejidad o resistir la sana tentación de juzgarme.
Y lo primero que pensaríais sería: hace dos días esta chica presentía un año genial. Se tomaba excelentemente bien un accidente de coche. Y llegaríais a la misma conclusión que yo: que presento un cuadro clarísimo de maniaco-depresiva. Soy una montaña rusa emocional, y hoy toca cuesta abajo.
Toca cuesta abajo, porque me permito caerme muy pocas veces, pero cuando lo hago, no estás. Quiero que estés aquí, ahora, y no escuchar tu voz por teléfono anunciando una llegada que no es real, que casi nunca lo es. Quiero escucharte sin prisas, porque sé que una palabra tuya bastará para sanarme, lo sé aunque al mundo no le guste. Porque hoy necesito engañarme un poquito.
Y sé que tengo algo de razón en mi enfado triste, porque todo lo que pienso en estos momentos va en contra de todos los décalogos de todos los libros de autoayuda del mundo (y eso tiene que ser necesariamente bueno.) Hoy me atrevo a decir que reniego de los victimismos, de los cobardes y de quien confunde el amor con posesión (parece obvio, pero no lo es; ojalá lo fuera).
Pese a todo, diez líneas más abajo, me siento mejor. No me apetece enfadarme, porque siento una absurda superioridad moral, por algo tan vulgar como pensar que he hecho lo correcto. Siempre me prometo: la próxima vez no lo haré, seré egoísta, mala malísima, hasta entornaré los ojos en plan mujer fatal, si hace falta.
Pero no me sale. No es que no pueda, que sea buena genéticamente o que luego me vaya a sentir culpable. Es que no me sale, orgánicamente, fisiológicamente. Hay algo aquí dentro, tras los dedos que teclean, detrás de mi camiseta, de mi piel, de mi pelo, hay algo que se niega a buscar el atajo que tarde o temprano hay que coger.
Joder.
Que condena.
Bendita condena.
Amén.
Y lo primero que pensaríais sería: hace dos días esta chica presentía un año genial. Se tomaba excelentemente bien un accidente de coche. Y llegaríais a la misma conclusión que yo: que presento un cuadro clarísimo de maniaco-depresiva. Soy una montaña rusa emocional, y hoy toca cuesta abajo.
Toca cuesta abajo, porque me permito caerme muy pocas veces, pero cuando lo hago, no estás. Quiero que estés aquí, ahora, y no escuchar tu voz por teléfono anunciando una llegada que no es real, que casi nunca lo es. Quiero escucharte sin prisas, porque sé que una palabra tuya bastará para sanarme, lo sé aunque al mundo no le guste. Porque hoy necesito engañarme un poquito.
Y sé que tengo algo de razón en mi enfado triste, porque todo lo que pienso en estos momentos va en contra de todos los décalogos de todos los libros de autoayuda del mundo (y eso tiene que ser necesariamente bueno.) Hoy me atrevo a decir que reniego de los victimismos, de los cobardes y de quien confunde el amor con posesión (parece obvio, pero no lo es; ojalá lo fuera).
Pese a todo, diez líneas más abajo, me siento mejor. No me apetece enfadarme, porque siento una absurda superioridad moral, por algo tan vulgar como pensar que he hecho lo correcto. Siempre me prometo: la próxima vez no lo haré, seré egoísta, mala malísima, hasta entornaré los ojos en plan mujer fatal, si hace falta.
Pero no me sale. No es que no pueda, que sea buena genéticamente o que luego me vaya a sentir culpable. Es que no me sale, orgánicamente, fisiológicamente. Hay algo aquí dentro, tras los dedos que teclean, detrás de mi camiseta, de mi piel, de mi pelo, hay algo que se niega a buscar el atajo que tarde o temprano hay que coger.
Joder.
Que condena.
Bendita condena.
Amén.
7 Comments:
"En cambio, si me tuvierais delante, tendrías que sostenerme la mirada, disimular las muecas de perplejidad o resistir la sana tentación de juzgarme".
Nada más intenso que sostener la mirada a quien se comprende de veras, nada más humano que expresarse espontáneamente y sin barreras a quien nos comprende de veras, nada más triste que confundir el juicio con la condena.
No te machaques, va. Que aquí no hay culpas, que lo haces bien, que tu contexto es el sano, el que enaltece, el que engrandece.
Yo casi prefiriría ser alguin real. :p
"
Generalmente, lo que nuestra naturaleza nos aconseja (o impide) hacer es mejor que lo que nuestra racionalidad (o emocionalidad, según el sujeto) nos recomienda.
Pero hay un punto de contradicción, amiga. No, no es barranquismo emocional. Es una contradicción.
No tengo por qué entender lo que dices, ya que das muchas cosas por supuestas, para buenos entendedores que conozcan tu trasfondo, y no es mi caso. Ni importa mucho que yo lo sepa, porque tú escribes (como hacemos muchos) para tu propia descarga, no para que te entiendan.
Pero hay una contradicción, amiga.
"Hay algo aquí dentro, tras los dedos que teclean, detrás de mi camiseta, de mi piel, de mi pelo, hay algo que se niega a buscar el atajo que tarde o temprano hay que coger".
Pregúntote: ¿de verdad crees que, tarde o temprano, hay que coger un atajo (no se cuál, sólo pregunto sobre lo que escribes)?
Insisto.
¿De verdad crees que, TARDE O TEMPRANO HAY QUE COGER ese atajo?
Porque, si así es, si así lo crees, me temo que más vale que sea temprano que tarde, aunque ni orgánica ni fisiológicamente salga de ti. Ahora bien, si no lo crees de verdad, si no lo crees en serio... quizá lo mejor es no darle vueltas, y confirmarse en ampararte en tus querencias genéticas.
Perdóname este rollo y esta intromisión.
Escribo de lo que desconozco.
No sólo porque no te conozco, ni sé de qué hablas,
sino porque tampoco me conozco ni sé de qué hablo.
Pero, por la forma en que te expresas, te aprecio.
Así que, nada, que yo estoy seguro de que éste va a ser de verdad un buen año, tanto si es con él como si no. De modo que.... un beso, y a trabajar.
Uno que mira... a mi veces también me gustaría que fueras, que fueráis, alguien "real" (no es la expresión más afortunada, lo sé).
Ardi... yo pienso, o quiero pensar que nunca cogeré ese atajo. Tu comentario me ha recordado un poema de Benedetti que dice algo de que no te salves, pero que si te salvas, no te quedes conmigo. Pues eso. Que espero no salvarme.
Un beso a los dos
Ah! Y se me ha olvidado escribir que C. también, que C. también es una preciosa excepción.
Qué complicado es todo, Holden. Yo, al igual que Ardi, tampoco entiendo muy bien por dónde van los tiros pero, sabes? en el fondo es lo de menos. Si hay dudas, amargura o confusión, da igual que des más o menos pistas. Creo que todos te hemos comprendido perfectamente.
Aunque "virtualmente", consuela saber que hay alguien ahí, al otro lado de alguna pantallita de ordenador. Bueno, tal vez puedas sentirlo, eso, que estamos ahí, contigo.
Tanto en tu faceta real como en la cibernética siempre tienes la razón. Sólo puedo decir que te entiendo. Y que yo también estoy convencido de que este va a ser un gran año (¿el último?).
Piruletas, piruletas...
Y después también.
Sonríe, por favor.
En ese caso, Holden Aitormena ;)
te deseo fervientemente que te condenes a gusto :P
(porque ahora sí creo haberte entendido).
Mucha suerte.
Huyo de los victimismos como de la ruina. Y sí, la "bendita condena" es real y creo que he aprendido a vivir con ella e incluso sacarle partido.
Salud.
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