viernes, septiembre 09, 2005

Don Manuel

Hoy he soñado con Don Manuel, mi profesor de segundo de EGB. Ahora que lo pienso, era calcadito a Valle Inclán, con sus pequeñas gafas y una larga barba rizada. Hubo muchos gestos suyos que me calaron. Tenía esa rara intuición para saber qué te atemorizaba o te avergonzaba, y evitarte el trago como si no se hubiera dado cuenta de nada. Por entonces, yo era la niña más ingenua del mundo. Un día, en una clase, de pasada, contó que su madre había muerto, imagino que varios años atrás. Creo que intentaba familiarizarnos con el concepto de muerte, sin dramas. Pero yo me lo tomé a la tremenda. Esa tarde, compungida -porque no se me ocurría nada más horrible a mis siete años que que alguien hubiera perdido a su madre-, no paré hasta comprarle un ramo de rosas. No recuerdo qué pensaron mis padres. Tampoco él, cuando al día siguiente aparecí con mis flores unidas torpemente por papel albal arrugado. Adoraba a ese hombre y creo que él también me cogió mucho cariño, pese a que yo ya ofrecía mis primeros y claros síntomas de desequilibrio mental. Después me enteré de que en los últimos años había tenido más de un enfrentamiento con las nuevas generaciones de alumnos, seguramente más espabiladas que la mía.
Hace unos días me crucé con él en la Parte Vieja. Andaba muy pausadamente y su barba tenía muchísimas canas. No me atreví, no me atreví a acercarme y decirle, soy yo, me diste clase hace casi 20 años, soy esa niña loca y atolondrada que te llevó rosas un día porque tu madre se había muerto y mi pequeño universo no podía soportar la idea de que alguien sufriera una pérdida así. Si tengo otra oportunidad, trataré de no desperdiciarla y explicarle que fue el mejor profesor que ninguna ficción haya podido inventar, que es un persona clave de la dimensión más idílica de mi infancia, que me encantaría leerle libros cuando esas pequeñas gafas ya no le sirvan y hasta comprarle rosas, otra vez.

6 Comments:

Anonymous Anónimo said...

Eres la desequilibrada mental más entrañable que conozco. Bendita locura.

Los encuentros con viejos profesores... sólo he tenido dos... y tampoco yo me he atrevido, pero quizá por otra razón: si no los apreciabas, que se pudran; si los admirabas, temes que no se acuerden de ti... que les decepciones porque esperaban más de ti en la vida (así que...¿a qué me has dicho que te dedicas?, tú valías más), o que te decepcionen porque son débiles, que los años no perdonan, y tú los recuerdas tal como eran años atrás... Es como visitar la escuela... siempre tan pequeña, de techos tan bajos, cuando la recuerdas con techos altísimos porque tú no medías más de medio metro... Aquel templo infantil se convierte en una casita de muñecas... El tiempo cambia todas las proporciones, lo cambia todo... todo...

9:29 a. m.  
Blogger Msc said...

Me has hecho recordar algún encuentro de ese tipo... y el resultado fue el mismo.
Quedo con nostalgica sonrisa.
:)

6:13 p. m.  
Blogger Carol Blenk said...

Holden, puedes estar segura de que él sí que se acuerda de ti y de tu regalo precioso. Que una niña le regale algo así no creo que le pasara todos los días. Sin duda fuiste única. Ah, y eso no es desequilibrio sino equilibrio.

Es una historia realmente preciosa.

Besazo, guapa.

11:48 p. m.  
Blogger Crapúscula said...

Pues sí, yo comparto eso de que un profesor no olvidaría ese magnífico detalle desequilibrado (de ese desequilibrio necesario, del de toda la vida, vamos). No sé por qué, yo siento que tengo una deuda pendiente con toda esa gente que me marcó y que me marca y que intento saldar, cuando puedo y casi siempre con torpeza. Pero también he dejado marchar a profesores con ese miedo atroz a que no vuelva a cruzármelos. Si quieres, piensa algo, seguramente volverás a verle.

11:50 p. m.  
Blogger Haiduc said...

Echaré muchas cosas un poco de menos. Echaré pocas cosas mucho de menos. Y entre esas últimas, a ti.
Hasta siempre Holden.

6:56 p. m.  
Blogger poemasperdidos said...

A mí me apena no haber sido bastante mayor en aquel tiempo como para llevarme a casa a uno de mis mejores maestros cuando estaba muy viejo. Ojalá la vida te de la segunda oportunidad de verlo porque lo importante no es que él se acuerde de tí, sino que tú te acuerdas de él.

Gab

11:11 p. m.  

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