Aunque contra esta idea hay una columna fantástica de Vicent, de hace un par de semanas, que casi me convence y que empieza así: "Al final, una gran pasión acaba diluyéndose en la vida cotidiana como un río caudaloso desemboca en el mar..." (hasta ahí pueden leer los no suscriptores...)
Totalmente en desacuerdo. Los amores imposibles son aburridísimos, nunca pasan de cuatro o cinco escenas imaginarias, recurrentes y a menudo borrosas. A mí dame la imprevisibilidad de la rutina.
Quizás la tragedia esté, sobre todo, cuando el amor imposible sea también real. ¿Qué realidad prevalecerá entonces? La columna (inmensa) de Vicent podrá no convencer pero emociona. Yo juraría que a mi sí me convenció. Si alguiien quiere leerla entera se la copié a Yavalabala en http://yavalabala,blogspot.com
Perdón por el desastre. Blogger me ha publicado repetido cuatro veces el comentario antes de acabar. Sólo me quedaba decir que lo incluí el dia 1 de marzo.
Perdona el exceso pero para que los no suscriptores también duden, el artículo de Vicent:
PASIONES
Al final, una gran pasión acaba diluyéndose en la vida cotidiana como un río caudaloso desemboca en el mar. Imagina a Dante y a Beatriz, con algunos años ya de casados, paseando por los pretiles del Arno una tarde de primavera en Florencia. Puede que el poeta recordara en ese momento un verso bellísimo que el convulso e imposible amor de Beatriz le había inspirado cuando aún no la había poseído. Dante se vuelve hacia su mujer y le murmura al oído: "gentil mia donna, mentre ho de la vita..." Beatriz, que conserva una espléndida y madura belleza, sonríe y mirándole con cierta ironía, le dice: "Abróchate el cuello que vas a coger otra vez un catarro". Se trata de saber de qué entraña han salido las palabras de ambos amantes y cuál de ella es más profunda y está más unida a la vida. Cuando Dante estaba enhebrando el hilo de oro de ese endecasílabo, poseído por la inspiración, tal vez, no pensaba en Beatriz sino sólo en la cadencia y en la rima del verso. En cambio, ella ahora sabe que el poeta es muy propenso a los resfriados y está atenta a la brisa de abril demasiado fresca que, al atarceder, se ha levantado en el valle a la orilla del río. Dispuesta a hacer de su parte todo lo posible por defender su amor, va a la farmacia y al llegar a casa, le prepara unos vahos de eucaliptus y después de darle unas friegas, deja a su amante acostado bajo dos mantas y con una cataplasma muy caliente de harina de linaza en el pecho. "O amanza del primo amante, o diva...", le dijo Dante, liberando los ardientes labios del embozo de la cama, para darle las gracias con el mismo verso que le dedicó en el canto lV del Paraíso, en la Divina Comedia. Beatriz le da un beso en la frente y antes de que el poeta cierre los ojos le hace la recondación cariñosa de otras veces: " no duermas boca arriba, porque roncas, amor mío". Aquella niña que el poeta vio por primera vez jugando a la comba en la plaza de la Signoría y que siendo ya adolescente contemplaba a distancia cuando iba compañada de una dueña a los oficios de Santa María Novella, le inspiró el inmarcesible cántico de amor, que se llama La Vita Nuova. Dante y Beatriz nunca llegaron a encontrarse. La gran pasión que le provocó aquella niña se diluyó en unas rimas en el aire del paraíso. Pero si su amor hubiera tocado tierra y como un río poderoso hubiera desembocado suavemente en la vida misma, un día en que ella estuviera mala, ningún verso de Dante hubiera sido más insigne que éste:" Beatriz, oh, diva, voy a prepararte una bolsa de agua caliente y una manzanilla"
Contraataque; Esa columna es genial. Pero mi visión (que es lo mismo que decir mi experiencia) del amor se parece más a la que Millás escribió el viernes. Se titula "Milagros", y dice así:
"Un chico y una chica, en la mesa de al lado, discutían acaloradamente. Él decía que la vida era una mierda y ella que no, que era un milagro. "Tú mismo", añadía, "eres la demostración de ese milagro". "Y tú", respondía él, "la de esa mierda". Al principio, pensé que eran hermanos. Quizá hermanos de la misma madre y de distinto padre, pues en algún momento aludieron a los apellidos como una fuente de conflicto. Pero no: habían sido novios y ahora se repartían el ajuar verbal acumulado a lo largo de los últimos años. Yo estaba alternativamente de acuerdo con uno o con otro, pues ambos defendían muy bien sus posiciones. A ratos, me daban ganas de decirles que los dos llevaban razón. No os peleéis, muchachos, las dos cosas son verdad y mentira a la vez. Intuí que a ella le habría gustado escuchar que eran verdad, y a él, que eran mentira. Como si me hubieran oído, empezaron a cambiar los papeles. La joven, con expresión de derrota, dijo: "Me rindo, la vida es una mierda, sí, y tú eres el ejemplo palpable". El chico recibió sus palabras como un golpe en el hígado. Perdió el color, se quedó mudo, y enseguida imploró: "No digas eso, por favor; si tú dices eso, me hundo. Necesito que creas que la vida es un milagro. De hecho, lo es. No hay más que estar un rato contigo para darse cuenta. Cómo he podido ser tan burro. Repíteme que la vida es un milagro, por favor, repítemelo". La chica se resistió, pero finalmente volvió a sus posiciones iniciales, lo que permitió al joven regresar poco a poco a las suyas. Estuvieron media hora cambiando de lugar. De súbito, ella abandonó la cuestión de la vida. Dijo que, últimamente, en el coche, cuando quería girar a la derecha giraba a la izquierda. "Un día voy a tener un accidente", añadió. "Pues no conduzcas", respondió él. "Lo haría", replicó ella, "pero es que cuando no quiero conducir conduzco". El muchacho volvió a quedarse pálido. No soportaba ninguna debilidad en su novia. Las quería todas para él. Quizá por eso estaban a punto de romper. Al llegar a casa, telefoneé a un médico amigo y le comenté, preocupado, el síntoma de la chica. Temí que fuera un tumor cerebral, pero me dijo que no y sentí un alivio inexplicable. La vida es un milagro".
Si el ataque provoca defensa, el contraataque siempre lleva a la retirada o al final. Ante Millás no tengo defensa, es más, me dejo atacar. No lo dudo, "la vida es un milagro".
un día, alguien a quien quiero mucho y del que, sin yo ser consciente de ello, siempre estuve enamorada, me escribió esto: ... me gusta esto, porque es real, porque tiene olores reales, sabores reales, momentos reales... y como decía el sabio de Rob en Alta Fidelidad... me gustan tus braguitas de algodón, las de encaje no son reales y duran menos... prefiero un amor real a uno imposible, porque en los imposibles no hay sensaciones solo alusiones... y, ¿qué sería de la vida sin sensacioes?
Me quedo también con la imagen del post. Y con la frase "Cuando Dante estaba enhebrando el hilo de oro de ese endecasílabo, poseído por la inspiración, tal vez, no pensaba en Beatriz sino sólo en la cadencia y en la rima del verso." El poeta es un fingidor y el amor imposible, su patria prometida.
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Aunque contra esta idea hay una columna fantástica de Vicent, de hace un par de semanas, que casi me convence y que empieza así: "Al final, una gran pasión acaba diluyéndose en la vida cotidiana como un río caudaloso desemboca en el mar..." (hasta ahí pueden leer los no suscriptores...)
Existen los amores imposibles ?
Qué los hace imposibles ?
La cobardía ? la muerte ?
Totalmente en desacuerdo. Los amores imposibles son aburridísimos, nunca pasan de cuatro o cinco escenas imaginarias, recurrentes y a menudo borrosas. A mí dame la imprevisibilidad de la rutina.
Quizás la tragedia esté, sobre todo, cuando el amor imposible sea también real. ¿Qué realidad prevalecerá entonces?
La columna (inmensa) de Vicent podrá no convencer pero emociona. Yo juraría que a mi sí me convenció.
Si alguiien quiere leerla entera se la copié a Yavalabala en http://yavalabala,blogspot.com
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Perdón por el desastre. Blogger me ha publicado repetido cuatro veces el comentario antes de acabar.
Sólo me quedaba decir que lo incluí el dia 1 de marzo.
Perdona el exceso pero para que los no suscriptores también duden, el artículo de Vicent:
PASIONES
Al final, una gran pasión acaba diluyéndose en la vida cotidiana como un río caudaloso desemboca en el mar. Imagina a Dante y a Beatriz, con algunos años ya de casados, paseando por los pretiles del Arno una tarde de primavera en Florencia. Puede que el poeta recordara en ese momento un verso bellísimo que el convulso e imposible amor de Beatriz le había inspirado cuando aún no la había poseído. Dante se vuelve hacia su mujer y le murmura al oído: "gentil mia donna, mentre ho de la vita..." Beatriz, que conserva una espléndida y madura belleza, sonríe y mirándole con cierta ironía, le dice: "Abróchate el cuello que vas a coger otra vez un catarro". Se trata de saber de qué entraña han salido las palabras de ambos amantes y cuál de ella es más profunda y está más unida a la vida. Cuando Dante estaba enhebrando el hilo de oro de ese endecasílabo, poseído por la inspiración, tal vez, no pensaba en Beatriz sino sólo en la cadencia y en la rima del verso. En cambio, ella ahora sabe que el poeta es muy propenso a los resfriados y está atenta a la brisa de abril demasiado fresca que, al atarceder, se ha levantado en el valle a la orilla del río. Dispuesta a hacer de su parte todo lo posible por defender su amor, va a la farmacia y al llegar a casa, le prepara unos vahos de eucaliptus y después de darle unas friegas, deja a su amante acostado bajo dos mantas y con una cataplasma muy caliente de harina de linaza en el pecho. "O amanza del primo amante, o diva...", le dijo Dante, liberando los ardientes labios del embozo de la cama, para darle las gracias con el mismo verso que le dedicó en el canto lV del Paraíso, en la Divina Comedia. Beatriz le da un beso en la frente y antes de que el poeta cierre los ojos le hace la recondación cariñosa de otras veces: " no duermas boca arriba, porque roncas, amor mío". Aquella niña que el poeta vio por primera vez jugando a la comba en la plaza de la Signoría y que siendo ya adolescente contemplaba a distancia cuando iba compañada de una dueña a los oficios de Santa María Novella, le inspiró el inmarcesible cántico de amor, que se llama La Vita Nuova. Dante y Beatriz nunca llegaron a encontrarse. La gran pasión que le provocó aquella niña se diluyó en unas rimas en el aire del paraíso. Pero si su amor hubiera tocado tierra y como un río poderoso hubiera desembocado suavemente en la vida misma, un día en que ella estuviera mala, ningún verso de Dante hubiera sido más insigne que éste:" Beatriz, oh, diva, voy a prepararte una bolsa de agua caliente y una manzanilla"
Contraataque;
Esa columna es genial. Pero mi visión (que es lo mismo que decir mi experiencia) del amor se parece más a la que Millás escribió el viernes. Se titula "Milagros", y dice así:
"Un chico y una chica, en la mesa de al lado, discutían acaloradamente. Él decía que la vida era una mierda y ella que no, que era un milagro. "Tú mismo", añadía, "eres la demostración de ese milagro". "Y tú", respondía él, "la de esa mierda". Al principio, pensé que eran hermanos. Quizá hermanos de la misma madre y de distinto padre, pues en algún momento aludieron a los apellidos como una fuente de conflicto. Pero no: habían sido novios y ahora se repartían el ajuar verbal acumulado a lo largo de los últimos años. Yo estaba alternativamente de acuerdo con uno o con otro, pues ambos defendían muy bien sus posiciones. A ratos, me daban ganas de decirles que los dos llevaban razón. No os peleéis, muchachos, las dos cosas son verdad y mentira a la vez. Intuí que a ella le habría gustado escuchar que eran verdad, y a él, que eran mentira.
Como si me hubieran oído, empezaron a cambiar los papeles. La joven, con expresión de derrota, dijo: "Me rindo, la vida es una mierda, sí, y tú eres el ejemplo palpable". El chico recibió sus palabras como un golpe en el hígado. Perdió el color, se quedó mudo, y enseguida imploró: "No digas eso, por favor; si tú dices eso, me hundo. Necesito que creas que la vida es un milagro. De hecho, lo es. No hay más que estar un rato contigo para darse cuenta. Cómo he podido ser tan burro. Repíteme que la vida es un milagro, por favor, repítemelo". La chica se resistió, pero finalmente volvió a sus posiciones iniciales, lo que permitió al joven regresar poco a poco a las suyas. Estuvieron media hora cambiando de lugar.
De súbito, ella abandonó la cuestión de la vida. Dijo que, últimamente, en el coche, cuando quería girar a la derecha giraba a la izquierda. "Un día voy a tener un accidente", añadió. "Pues no conduzcas", respondió él. "Lo haría", replicó ella, "pero es que cuando no quiero conducir conduzco". El muchacho volvió a quedarse pálido. No soportaba ninguna debilidad en su novia. Las quería todas para él. Quizá por eso estaban a punto de romper. Al llegar a casa, telefoneé a un médico amigo y le comenté, preocupado, el síntoma de la chica. Temí que fuera un tumor cerebral, pero me dijo que no y sentí un alivio inexplicable. La vida es un milagro".
Si el ataque provoca defensa, el contraataque siempre lleva a la retirada o al final. Ante Millás no tengo defensa, es más, me dejo atacar. No lo dudo, "la vida es un milagro".
Gracias por tu blog.
un día, alguien a quien quiero mucho y del que, sin yo ser consciente de ello, siempre estuve enamorada, me escribió esto: ... me gusta esto, porque es real, porque tiene olores reales, sabores reales, momentos reales...
y como decía el sabio de Rob en Alta Fidelidad... me gustan tus braguitas de algodón, las de encaje no son reales y duran menos...
prefiero un amor real a uno imposible, porque en los imposibles no hay sensaciones solo alusiones... y, ¿qué sería de la vida sin sensacioes?
la major escena de amor, la mejor, para mí, de la historia del cine.
Madre, qué llorera, y eso que yo no creo en estas cosas, eh?
Me quedo también con la imagen del post. Y con la frase "Cuando Dante estaba enhebrando el hilo de oro de ese endecasílabo, poseído por la inspiración, tal vez, no pensaba en Beatriz sino sólo en la cadencia y en la rima del verso." El poeta es un fingidor y el amor imposible, su patria prometida.
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