domingo, septiembre 12, 2010

Quiero creer que estoy volviendo (III)

Esta noche buscaba algo que leer, unas letras que me mecieran un poco en mi enésima encrucijada. Al final he ido a parar a mi propio blog. He elegido un mes al azar, a ver si me reconocía. El post se titulaba Quiero creer que estoy volviendo, por el poema, y me ha recordado una de mis últimas indecisiones, cuando no sabía si mudarme o no de ciudad, y ese traslado significaba muchas otras cosas. Nunca sabes muy bien si has acertado cada vez que eliges tu aventura pero creo que esa decisión fue más positiva que negativa. Ahora me enfrento a otra, que se va a decidir en las próximas 24 horas. Es una elección sentimental, y se me dan fatal. Para aclararme, he interrumpido la frase anterior y he mandado un mensaje: esto quiere decir que esto es un post en directo (al estilo Carol Blenk, pero con menos gracia) y que mi mensaje es un mensaje lanzado al mar. Aquí, las posibilidades de que se pierda en el camino no dependen de la inmensidad del océano ni de sus corrientes sino de mi gusto por lo críptico.
Mi mensaje ha sido:
¿Y cuál es el remedio?
Era una respuesta a otro mensaje de hace unas cuantas horas, que decía:
Bueno, lo tuyo tiene remedio
Después de eso, he terminado de trabajar, me he tomado dos cervezas, he dado un paseo en bici, me he comido un yogur en la cama y he encendido el ordenador buscando qué leer. Y súbitamente, sin pensarlo, he lanzado el mensaje. Ahora me voy a lavar los dientes y cuando vuelva, espero tener una respuesta. Si es satisfactoria, elegiré caminar, inventar y construir; si no lo es, me retiraré a los cuarteles de invierno (pero prometo volver a caminar, inventar y construir, o al menos intentarlo, en primavera). Ale, ahora vuelvo.
Pues nada. Mi mensaje embotellado navega sin rumbo. Post al borrador. Mañana sabré si estoy volviendo, o me estoy yendo...

...

Esto lo escribí hace diez días. Desde entonces, el post ha dormitado en el borrador. La respuesta, por caprichos técnicos, se perdió unas cuantas horas en un limbo invisible. Quizá fuera mejor así: admitir humildemente que no hay respuestas a todas las preguntas, y mucho menos respuestas eternas, y mucho menos respuestas eternas a preguntas eternas. He intentado hacer trampas con esa ecuación que separa libertad de seguridad. ¡Qué estúpida! ¿Cómo he podido olvidar, siquiera por un instante, que siempre escogeré la libertad de equivocarme?
Dentro de dos horas empezará mi cumpleaños. Hace un año, volaba de vuelta entre México y Atlanta. Esta vez he decidido que la medianoche la pasaré sola, en el coche, recorriendo los siete kilómetros que separan a tres de las personas que más quiero en el mundo. Me apetece, en ese pequeño momento mágico, estar llegando a alguna parte, y no permanecer en un sitio, porque sé que la vida es eso, ese viaje, y no quiero necesitar estratagemas para sepultar el temor a la incertidumbre.
Por si no queda claro: vuelvo. Vuelvo feliz.