martes, septiembre 21, 2004

Cosas que he aprendido en los últimos cinco años

Sonreír demasiado no sólo es contraproducente para la percepción que los demás tienen de ti, sino también para las comisuras de los labios; una amiga puede convertirse en una desconocida en meses; decir "no puede ser peor" es una provocación para la mala suerte; existen declaraciones de amor amargas; Indurain no sólo tomaba magdalenas; existen rupturas dulces (aunque esto es trampa, porque lo supe a los 18); es más complicado conseguir un buen trabajo que Bryan Adams te elija entre 10.000 personas para cantar "Summer of 69"; por mucho que adelgace, siempre conservaré mis muslos de pollito sobrealimentado; las oportunidades de ver ganar la Liga a la Real pasan cada dos décadas (nos quedan diecinueve años...); la distancia no es el olvido; Bilbao no es tan feo; mis padres son pareja; los hechos no son sagrados, y las opiniones tampoco son libres; mi hermano no cambiará; el móvil es un invento maligno; la seguridad en uno mismo y la egolatría son territorios fronterizos y su aduana, a veces imperceptible; puedo hablar en otro idioma; no es sencillo comprar comida para uno solo y evitar que caduque; el periodismo es una droga; una mentira puede ser más auténtica que la verdad; y, pese a todo, Walt Whitman tenía razón.
("La pregunta, ¡oh, mi yo!,
la pregunta triste que siempre vuelve
¿qué de bueno hay en medio de estas cosas,
oh, mi yo, oh, vida ?
Respuesta
Que estás aquí, que existe la vida y la identidad,
Que prosigue el poderoso drama,
y que tú puedes contribuir con un verso".)