Fracaso doble y con hielo
Qué desastre.
A la primera mudanza, la física, hemos llegado empapadas, jadeantes de tanta cuesta y casi predispuestas a que no nos gustara. Y no nos ha gustado. El italiano era guapo, eso sí. Pero esa casa no era nuestra casa.
La segunda mudanza, la íntima, ha sido mucho más grave. Estaba dentro del coche, pero sentía que la lluvia conseguía penetrar y yo tiritaba de vuelta a casa (en la que al parecer seguiré viviendo, si no ocurre algún milagro). Como ya habrán adivinado mis sagaces lectores (al menos los que hayan leído el post anterior) no he sabido medir la franqueza y he creado un cataclismo de consecuencias imprevisibles. Sigo sin discernir sentimientos y, efectivamente, los lastres estan aquí, alineados y dispuestos a hundir todo lo bueno que he estado construyendo estos meses. Estoy lo suficientemente preocupada como para complicar la historia mucho más: podría escaparme al fin del mundo durante un par de días, o atreverme a dar un paso que he repetido en privado y en público que me parece prematuro, o quedarme en silencio más tiempo del deseable. Todo con tal de ahogar esta distancia, esta necesidad de traslado de todos los lugares y, especialmente, de mí misma.
A la primera mudanza, la física, hemos llegado empapadas, jadeantes de tanta cuesta y casi predispuestas a que no nos gustara. Y no nos ha gustado. El italiano era guapo, eso sí. Pero esa casa no era nuestra casa.
La segunda mudanza, la íntima, ha sido mucho más grave. Estaba dentro del coche, pero sentía que la lluvia conseguía penetrar y yo tiritaba de vuelta a casa (en la que al parecer seguiré viviendo, si no ocurre algún milagro). Como ya habrán adivinado mis sagaces lectores (al menos los que hayan leído el post anterior) no he sabido medir la franqueza y he creado un cataclismo de consecuencias imprevisibles. Sigo sin discernir sentimientos y, efectivamente, los lastres estan aquí, alineados y dispuestos a hundir todo lo bueno que he estado construyendo estos meses. Estoy lo suficientemente preocupada como para complicar la historia mucho más: podría escaparme al fin del mundo durante un par de días, o atreverme a dar un paso que he repetido en privado y en público que me parece prematuro, o quedarme en silencio más tiempo del deseable. Todo con tal de ahogar esta distancia, esta necesidad de traslado de todos los lugares y, especialmente, de mí misma.
6 Comments:
Te invito a que visites http://actualitas.blogspot.com es de filosofia y he leido que te gusta.
Las necesidades de traslado quizás sean imprescindibles.
Y no tienen que ser siempre necesariamente desastrosas.
A veces nos juzgamos con excesiva severidad.
Lo importante es, en todos caso, aprender a ahogar la distancia,
Aunque sea cuando nos trasladamos de nosotros mismos.
Un beso
leyendo tu respuesta a mi comentario del post anterior me doy cuenta(fijese!!) de que nos aprendemos citas para luego no hacerles caso.
a veces ves peliculas en las cuales odias a muerte al malo, y no te das cuenta que tu has hecho cosas peores.
mireselo desde otro prisma. cuando alguien le haga una mala pasada usted dele a la frase: que te mate otro.
cuando esté ante una duda veala como una puerta que solo se resuelve abriendola...
Se me olvidó comentarte que leí el artículo de Rosa Montero y estoy de acuerdo con que hay muros inútiles y sueños que matan. Me gusta cómo escribe, pero no estoy de acuerdo en que hable sólo -con razón- del fracaso del sistema socialista por impedir soñar y nunca se refiera al del sistema neoliberal-capitalista por crear sueños que matan a tantos y son alcanzados por tan pocos.
me pregunto sinceramente por qué alguien como tú querría trasladarse de sí misma.
ybris, creo que rosa montero se ha obsesionado un poco con el sistema socialista porque teme no ser justa por simpatías políticas...
ardi, no sé si necesito los comentarios, pero me gustan, me hacen pensar... por cierto, me pide unas claves rarísimas para comentar en el tuyo... y no sé...
oracle, ¿quiere ser mi hermano mayor? En serio, siempre tiene la frase justa. Lo del malo de la peli lo he pensado muchas veces, que juzgamos severamente cosas que nosotros hemos hecho aún peor...
rené, gracias
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