sábado, agosto 08, 2009

El síndrome de Julio

Los números de teléfono que no olvidas, que tecleas como una contraseña secreta e inconsciente, las historias que no son redondas, los cielos nublados, las conversaciones blandas y con estrías, las novelas que te salvan bajo las sábanas. Con ese balance he escalado julio, ese mes crítico en nueve de cada diez años. La estadística es tan desoladora que me obliga planear el viaje -o, quizá, la huida- más largo de mi vida. Al menos, mis intermitentes problemas existenciales tendrán otro decorado.
Me resisto a dejarme llevar por las apariencias de desastre, perdición y dudas, aunque eso debo agradecérselo más a la vida que a mí misma, a las visitas inesperadas y a los guiños del destino. Hace unas semanas subía con una amiga a casa y, obviando todas las reglas de intimidad que rigen los ascensores, ella me desgranaba su vida en tono dramático, en presencia de una vecina que yo veía por primera vez. Hacia el cuarto piso, le dirigí a mi vecina una mirada de disculpa, y ella terció, mientras nos bajábamos del ascensor: “No hay nada tan terrible”.
Lo escribo con la boca pequeña -¿cómo sería? ¿con el dedo pequeño?- porque cuesta mucho llevar a cabo planes en los que no crees, pero quiero pensar que sí, que no-hay-nada-tan-terrible.

4 Comments:

Blogger ybris said...

Y es que a veces los desastres son mera apariencia.
No hay meses con síndrome.
Sí con huida necesaria.
Aunque cueste mucho obrar sin fe.

Besos.

6:10 a. m.  
Blogger Humo said...

los viajes son todos huídas, pero las huídas están muy vilipendiadas. En realidad a menudo son fruto de la Pura Necesidad. Huir hacia delante es, a veces, lo mejor que puedes hacer en la vida, aunque en ese momento parezca que no hay nada tan terrible.

10:18 a. m.  
Blogger eme said...

cuando se huye se huye un poco hacia atrás, para coger carrerilla, e ir mejor hacia delante. huye a Salamanca y nos reiremos de los problemas tomando cañas y ya verás como lo vemos todo de otra manera, sobre todo, a la quinta caña, jejeje... mil besos y abrazos

9:11 p. m.  
Anonymous Pereira said...

No me gustan las grandes preguntas del estilo qué sentido tiene mi vida. Me parecen preguntas-trampa: de tan grandes nos ahogan en sí mismas, no hay manera de salir vivos de ellas. Creo que se contestan dando un rodeo: respondiendo a cuestiones pequeñas del tipo qué me puede hacer feliz esta tarde o compartiendo clase de cerámica los miércoles por la tarde. A través de las preguntas pequeñas se llega a contestar las grandes sin darse cuenta. O mejor, ya no nos planteamos las grandes. Ya no son necesarias. Me impresiona que todavía sigamos planteándonos el camino a la FELICIDAD así, en letras grandes. No lo hay. No hay un camino directo. Se llega a través de las cosas pequeñas. Y en cuento a los viajes: hay tantos tipos como viajeros. Pueden ser una huida desesperada o una búsqueda apasionante. En cualquier caso siempre estamos perdidos si no apreciamos el mejor compañero de viaje: nosotros mismos.

1:04 p. m.  

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