lunes, noviembre 24, 2008

Instinto de conservación

Manuel Vicent defendía ayer: "Conocer a fondo el alma humana, no sorprenderse de nada, estar de vuelta de todo, pero conservar siempre la virginidad en la mirada ante cualquier tragedia, villanía, heroísmo o golpe de fortuna que acontezca en la vida y contarlo como si sucediera por primera vez: ésta es, a mi juicio, una regla de oro para un escritor".
Hoy he hecho lo que hago siempre que mi vida se tambalea, coger un libro, surcado hace tiempo, y llevarlo conmigo, como un escudo poético; escoger un asiento escondido en el autobus, releer y recordar que, hace un siglo, Rainer Maria Rilke le escribía a Franz Xaver Kappus (el joven poeta): "Intente, como el primer hombre, decir lo que ve y lo que experimenta y ama y pierde. (...) Si su vida cotidiana le parece pobre, no se queje de ella; quéjese de usted mismo, dígase que no es bastante poeta como para conjurar sus riquezas: pues para los creadores no hay pobreza ni lugar pobre e indiferente".
El alma humana se expresa a través de plagios, sucesivos e inconscientes, pero el lenguaje, de vez en cuando, busca otros filtros y parece que dice algo nuevo o distinto, cuando está sosteniendo algo que ya pensó instintivamente un griego, sin bolígrafo, ni máquina de escribir, ni google, en el siglo IV antes de Cristo.
Decía Vicent que cuando uno está desesperado y ya no encuentra salida, debe pensar en algo bello, en algo noble y el mundo se volverá a iluminar. Si uno preserva su fascinación por la belleza, está custodiando, en realidad, su instinto de conservación.

domingo, noviembre 23, 2008

Unwritten

Me muero de hambre, pero he dejado a medias porque el sandwich de vegetables (?) es sencillamente intragable. Son casi las once y media de la noche, y es la sexta noche consecutiva en la que sigo en la oficina a estas horas. Esto debería ser un correo electrónico, pero no he podido empezar a escribir hasta que no he abierto este post. Escucho Ophelia , me refugio en un párrafo bondadoso de Auster y tengo tantas ganas de desaparecer como de ser más visible que nunca.
Esto empecé a escribirlo hace un mes, el 18 de octubre, pero se quedó en un borrador. Hoy podría suscribir estas palabras -aunque algo ha mejorado mucho, porque en vez de un sandwich he cenado un risotto casero-, como si no hubiera pasado nada, pero es curioso, porque tengo la sensación de que sí me están pasando cosas, muchas acontecimientos imperceptibles e inmensos, todas las horas. Momentos en los que pienso que debo bajarme de ese coche azul y volver a casa. Momentos en los que siento una felicidad inverosímil, que se parece a una calma contigo y con el mundo. Mañana hace tres años que empecé en mi trabajo actual. Nunca había durado tanto en ningún sitio. En este tiempo me he mudado tres veces. Ha habido sexo y amor y lágrimas. He pensado en dejarlo todo. He pensado en quedarme siempre aquí. He aprendido, me he equivocado tanto. He perfeccionado mis masajes y mis conversaciones. He sido tan torpe, tan tonta, tan débil. Tan fuerte, tan valiente, tan torpe (eso no cambia). Pese a las asfixias cotidianas, no se me ha olvidado vivir y creo que la vida es algo tan simple y tan complejo como elegir quedarse una noche más.