sábado, junio 28, 2008

Sin atajos



Os contaría que sigo buscando la casa perfecta, que no la encuentro y que empiezo a temerme que lo que busco sea más difícil de encontrar que una hipoteca soportable: un hallazgo menos físico, pero que me refugie tanto como cuatro altísimas paredes de hormigón. Os contaría que mi trabajo ya no me emociona tanto: sospecho que soy más eficaz y que sueño menos; no hace falta deciros que eso no me gusta, y que me consuela y me aterra a partes iguales que el cambio esté en mis manos. Os contaría que no consigo andar bien, que me traicionan las rodillas cuando sé que me mira. Os contaría que tengo ganas de ir al cine y ver una película que me haga llorar y me limpie por dentro. Pero, especialmente, os contaría que, por encima de todo, me resisto a tomar atajos hacia la felicidad. Quiero mi carretera serpenteante por la costa, escoltada por árboles a uno y otro lado, aunque el viento a veces empuje en contra, aunque sólo sea para recordar que una no puede controlar la dirección del aire, pero sí orientar las velas. Os contaría que todos los días se me cruzan cosas que me gustaría contaros, pero nunca llegan hasta aquí, y no son importantes, y se pierden en mi amplísimo e impecable cementerio de olvidos. Hoy, os las cuento.