miércoles, abril 23, 2008

Expedición alfabética hacia la verdad (Feliz Día del Libro)

Circula por Internet una cita anónima que sostiene que el regalo de un libro es, además de un obsequio, un delicado elogio. Hoy tienen la oportunidad de piropear a su compañero. Aquí tienen 27 razones para convencerse.

A, De Aventura. Porque, aunque quienes no se hayan iniciado en el placer de la literatura no lo sepan, leer es, sobre todo, aventurarse. Vivir más vidas, ponerse en la piel de otros. Ser, en el plazo de unas pocas semanas, héroe, bandido, malversador, ángel o funcionario insípido. Es tener diez años, adentrarse en La isla del tesoro de Stevenson y pasar miedo bajo el edredón cada vez que aparece en escena Long John Silver.

B, De Best-seller. Porque sus ediciones de bolsillo frecuentan autobuses y atrapan las vidas de personas –aficionadas pero no fanáticas de la lectura– durante días. Porque no todos son iguales. Porque, como ocurre en otras disciplinas, no se puede desprestigiar algo porque venda mucho (ni tampoco prestigiarlo, claro). Y por el debate sin resolver de si leer a Dan Brown conduce a John Berger, o son caminos paralelos.

C, De Carta. Por la deuda que tiene la literatura hacia el género epistolar, como recoge el festival Gutun Zuria que se celebra en Bilbao. Porque muchos escritores se forjaron en misivas desesperadas. En una carta memorable, el padre de V.S. Naipaul le explicó: "Si un delincuente semianalfabeto escribe una carta a su novia, será como la mayoría de las cartas de semejantes personas. Si el delincuente escribe justo antes de ser ejecutado, será literatura".

D, De Duda. Porque la literatura, como la filosofía o la ciencia, se construye sobre la duda, el cuestionamiento de que las cosas pasen tal y como nos las han contado hasta ahora. Al margen de Descartes, la duda cuenta con prestigiosos defensores. Francis Bacon la llamaba "la escuela de la verdad"; Dante sostenía: "No menos que el saber me place el dudar" y Aristóteles asumía: "Los grandes conocimientos engendran las grandes dudas".

E, De Expiación. Además de la novela de Ian McEwan, la expiación es una virtud literaria que funciona en doble sentido: sirve al escritor para reconciliarse con sus culpas, y también al lector, que se identifica con los remordimientos ajenos. Los (buenos) libros deberían llevar en la contraportada: provoca catarsis, que significa, en su segunda acepción: expulsión espontánea o provocada de sustancias nocivas al organismo. Pues eso.

F, De Franz Kafka. Por El Castillo. Por La metamorfosis y la inmortal tragedia de Gregor Samsa. Por sus parábolas exquisitas. Por ser capaz de escribir para una niña y su muñeca durante meses, anécdota clarificadora que rescató Paul Auster y, más recientemente, Jordi Serra i Fabra. Porque el escritor checo nos legó una descripción que dice más que muchas tesis: la literatura es una expedición a la verdad.

G, De Gurb. Sin noticias de Gurb, de Eduardo Mendoza, es una novela concebida en primera instancia como una serie de artículos periodísticos que se publicaban por entregas, protagonizados por un extraterrestre que adoptaba la apariencia de Marta Sánchez y se caía en todas las zanjas de Barcelona. Es un aval, entre otros miles, de que, además de aprender o sufrir, con la literatura uno puede hacer algo muy beneficioso para su salud: reírse a carcajadas.

H, De Historia. La historia es una rama de la literatura, decía Pío Baroja. Aunque a algunos les pese, el auge de la novela histórica ha permitido sanear unas cuantas editoriales en números rojos. La pregunta, la pregunta que siempre vuelve, como diría Walt Whitman, es si esos lectores de novela histórica, que devoran a Ken Follett o a Toti Martínez de Lezea se enganchan luego a Vassili Grossmann o a Alessandro Baricco.

I, De Infancia. Porque es un terreno natural de la literatura: el lugar del que se nutren muchas de las historias de los escritores, el escenario donde se suceden muchas de ellas y la ocasión para engancharse al tren literario de forma vitalicia. No se han registrado casos de niños lectores, criados entre los cuentos que sus padres les leían todas las noches hasta que ellos tomaron el relevo, reconvertidos en adultos alérgicos a la lectura.

J, De Justicia. Porque a falta de que ocurra en el mundo comúnmente conocido como real, la literatura posee una alternativa balsámica: la justicia poética, la que se toman por la mano los escritores para arreglar cuentos con los pasados propios o ajenos. Este epígrafe también podría pertenecer a la palabra Jarabe, porque la literatura es medicina para el alma, o de términos evocadores como Jengibre.

K, De Karmele Jaio. Por Amaren eskuak. Porque Zu bezain ahul es la obra más vendida en euskera en las últimas semanas. Porque sus quince relatos son deliciosas pinceladas sobre la debilidad y la incomunicación, esos fantasmas tan literarios. Porque habla de las cosas que no se dicen, y lo hace con su propia fórmula: "La literatura tiene que ser precisa. A veces me viene la imagen de una aguja, que para que penetre debe tener la punta muy afilada".

L, De Luces de Bohemia. Para recordar que el teatro, que está en un momento dulce, también se lee, y esta joya de Valle-Inclán es un buen ejemplo. Por la necesaria existencia del esperpento, esa distorsión brutal de la realidad que hoy está desnaturalizada. Por sus espléndidos personajes. Por ese Madrid "absurdo, brillante, hambriento y atontao" que dibuja la obra. Y por una frase inmortal: "Max, no te pongas estupendo".

M, De Muerte. El tema (casi) inevitable de la literatura. Algunos escritores han podido abstraerse del amor en sus escritos, pero la muerte está siempre presente. No se puede generalizar y decir que la literatura nos ayuda a enfrentarnos a la muerte, pero, al menos, alivia alguno de sus ritos. Blanche dice en Un tranvía llamado deseo: "Los funerales son hermosos comparados con las muertes. Son silenciosos; las muertes no siempre lo son".

N, De Novel. Porque, quebrantando el dicho que sostiene que una obra no es literatura hasta que no sale del cajón en el que lo conserva, ajeno a las miradas ajenas. su autor, la literatura se compone también de las promesas de escritores y sobre todo de los manuscritos que no se han publicado todavía o los que no se publicarán nunca, pero que llegarán a manos de alguien que quede cautivado por su historia.

Ñ, De Ñoña. Una de las batallas que libra la literatura es interna: desprenderse de etiquetas. Las escritoras aún viven bajo el sello restringido de la literatura femenina, un precinto impreciso que pretende conducir algo tan libre como la voz, hacia determinados temas o miradas. En pleno reinado del mestizaje de géneros, hace faltan autores impermeables y lectores que no juzguen por los datos que contiene el carné de identidad.

O, De Oscar Wilde. Porque, aunque sean legión los que no hayan leído El retrato de Dorian Gray o no haya visto representar La importancia de llamarse Ernesto, el dramaturgo irlandés es celebrado entre expertos y profanos por su ingenio y su largo legado de aforismos. A saber: "A veces podemos pasarnos años sin vivir en absoluto y, de pronto, toda nuestra vida se concentra en un solo instante". Y "Lo resisto todo, salvo la tentación".

P, De Perdedores. Porque la literatura está poblada de perdedores, y porque la literatura va siempre un poco de perdedora. Es tan perdedora que podría incluir pero no incluye en este epígrafe a los premios, tan cuestionados. La literatura, no obstante, suele ofrecer su bálsamo, su vertiente paradisíaca hasta el punto de que Jorge Luis Borges solía afirmar que "siempre imaginé que el paraíso sería algún tipo de biblioteca".

Q, De Querer. Es sabida la insistencia en que el verbo leer, como amar, no conoce el imperativo. Juan Benet decía que la función del profesor es ejercer de "guía turístico en el mercado del libro, mostrar dónde se encuentra la literatura para que el lector haga con ella lo que quiera". Marsé es aún más concreto: "El gusto por la lectura se transmite como se transmite el interés por una película: contándola bien. Hay que hechizar".

R, De Romanticismo. Alguien dijo que por una mujer –o por un hombre, se supone– sólo se puede hacer tres cosas: amarla, sufrir por ella o convertirla en literatura. Un cálculo nada científico pronostica que una cuarta parte de la literatura mundial se debe a un desengaño amoroso. Según una encuesta tampoco demasiado rigurosa, al menos, otro cuarto de los autores escriben para que les quieran.

S, De Salinger. Porque ganó para lectura a muchos adolescentes con El guardián entre el centeno. Porque aunque haya demasiado mito al respecto, los escritores celosos de su intimidad hasta la extenuación aportan idiosincrasia a la literatura. Y de Shelley, y su poema de El velo pintado, que explica la vida como eso, un velo pintado, plagado de imágenes hermosas, pero que no conviene levantar.

T, De Título. Hay títulos de novelas que son poesía, frases redondas u divertidas odas a la ironía: Te quiero porque he bebido (Empar Moliner), Este libro te salvará la vida (que no es una obra de autoayuda, sino una novela sorprendente y redentora de A.M. Holmes) o París no se acaba nunca de Enrique Vila-Matas, que ha aportado otras exquisiteces breves: Suicidios ejemplares o Al sur de los párpados.

U, De Único. El escritor argentino Jorge Luis Borges tenía asumido que los seres humanos "somos versículos o palabras o letras de un libro mágico, y ese libro incesante es la única cosa que hay en el mundo: es, mejor dicho, el mundo". La idea del autor de Historia universal de la infamia enlaza con la eterna confusión del lector: distinguir si la novela que tiene en sus manos es el mundo, o si el mundo es una gran e inmensa novela.

V, De Vidas. Recientemente, falleció Charlton Heston, y entre los comentarios sobre sus grandes papeles y su conversión ideológica, se coló una frase en la que el protagonista de se jactaba de haber vivido dos veces. Uno no tiene muchas oportunidades de ser actor, encarnar Moisés, marchar junto a Luther King o presidir la Asociación del Rifle en una sola vida. Pero tiene una herramienta infalible para vivir varias vidas: la literatura.

W, De William Shakespeare. Hoy hace 392 años que murió el mejor dramaturgo de todos los tiempos. Como dijo Woody Allen en el funeral de Ernst Lubitsch: "Nos hemos quedado sin Lubitsch. Peor aún, nos hemos quedado sin las películas de Lubitsch". Las obras que alumbró a finales del siglo XVI y principios del XVII han inspirado y nutrido miles de historias; sólo en el apartado cinematográfico, 250 películas.

X, De Xarma. Una comparación heterodoxa: el encanto de la literatura es comparable al que ejerce el fútbol, al menos por omisión: si uno se sale del campo de acción, sólo ve a veinte tipos corriendo en pantalón corto y dos protegiendo un rectángulo. Si uno entra en un libro, debe hacer un pacto silencioso con su autor: ir de su mano, abrazar sus metáforas, intimar con sus personajes y afiliarse a su historia. Entonces sí, funciona su conjuro.

Y, De Yeats. Ejemplo de identidad –supo modelar una literatura irlandesa moderna, no supeditada a los dogmas culturales británicos–, W.B. Yeats goza de profunda vigencia, gracias a los guiños de bandas como The Smiths, que hace referencia al hijo del condado de Sligo en el tema Cementry Gates y, esencialmente, por el poema The Second Coming, que ha sido utilizada interesadamente por partidarios y detractores de la guerra de Irak.

Z, De Zafón. Hoy va a ser el protagonista y a muchos les producirá urticaria. Pero a la literatura no le viene mal, por una vez, arrebatar a la música el interés de las masas. Carlos Ruiz Zafón venderá una cantidad obscena de ejemplares de El juego del ángel, y luego se descubrirá si es una buena o mala novela. Pero nadie dice, entre cifras y promociones, que La sombra del viento es. sobre todo, una declaración de amor a los libros.

domingo, abril 20, 2008

Defensa de la incertidumbre

Esta semana se ha muerto Edward Lorenz, un tipo que hizo una de las mejores preguntas que he oído en mi vida: ¿Puede el aleteo de una mariposa en Brasil desencadenar un tornado en Texas?. Su teoría, llamada el efecto mariposa, defiende el comportamiento caótico del sistema, en el que las variables cambian de forma compleja y errática, haciendo imposible realizar predicciones más allá de un punto. Este blog le debía un homenaje porque, ya lo saben, es un firme amante -¿es posible ser firme y amante a la vez?- del caos, más en estos días de contratos a 35 años y en los que se perfecciona la estadística para predecir lo que debería ser imprevisible. Por eso, es urgente -frente a la frialdad de los cálculos, el cinismo de los escépticos y el ejército de meteorólogos- defender la incertidumbre con el tiempo, con la Real, contigo. Permitir al cielo obsequiar sorpresas intermitentes, cambiar de cumbre, apostar por un agujero negro (eso que se me ha dado siempre tan bien). Persistir en la ingenuidad y la duda, acumular sueños abrumadores, guarecerse en los destellos -aunque sólo sean eso, brillos fugaces- y planear una expedición, casi alfabética, hacia la verdad.

domingo, abril 06, 2008

(Eres un cero a la derecha)



A estas alturas del año, uno ya no suele acordarse de los buenos propósitos; los objetivos y los balances que marca el calendario se han desvanecido.
Esta vez, sin embargo, persiste la inquietud por hacer algo distinto, quizá porque un viaje me hizo más efecto que las uvas o los brindis solemnes. Me asusta dejar de ser consciente de mi plaga de imperfecciones. No diré que echo en falta la ansiedad por mejorar, porque me gusta sentirme cómoda, sonreír con descaro algunas mañanas. Pero se me estaban olvidando mis sueños. Estaba hipotecando demasiadas cosas por nada. Por eso ahora quiero colocarme un reto nuevo, algo de lo que no esté segura. Y a la vez, y aún no he resuelto si es o no una paradoja, no pensar tanto, permitirme un respiro, alguna resaca tonta.
Quiero, en fin, dejar de vivir entre líneas, atreverme a equivocarme y, también, a acertar.