martes, noviembre 27, 2007

Amantes venía de amar

(A propósito de Closer)
Si William Shakespeare hubiera nacido en 1970, estuviera a punto de divorciarse por segunda vez y escribiese sus novelas en su portátil, con una ventana abierta a algún chat sexual, ¿habría escrito Romeo y Julieta? Dicho de otra manera, ¿la sociedad de finales del siglo XX, de principios del XXI, es capaz de generar auténticas historias de amor, que no estén contaminadas por la necesidad de la recompensa inmediata?
Con estas y algunas dudas más de fondo, Patrick Marber estrenó Closer en el Royal National Theatre de Londres en 1997. Luego vino la película de Mike Nichols con ese reparto deslumbrante -Julia Roberts, Jude Law, Clive Owen, Natalie Portman- y la versión dramática en castellano llega ahora de la mano de Mariano Barroso (...). A primera vista, la ventaja de la película es que no se resiente del ritmo atropellado del guión de Marber; la del teatro es la libertad para ser crudo y para respetar el final originario, más coherente que el que permitió Hollywood. La esencia, sin embargo, permanece en las dos versiones: la mirada honesta sobre las relaciones amorosas y sexuales contemporáneas, poco heroicas y, definitivamente, muy poco gloriosas.
Closer ejerce de espejo poco complaciente (...). El montaje no juega con la baza de la identificación. No en las historias, crónicas amorosas condenadas al fracaso porque, en vez de al amor, remiten al Deseo que describía Pedro Guerra. Empieza: "Te seguiré hasta el final/te buscaré en todas partes/bajo la luz y las sombras/en los dibujos del aire". Y termina: "Cuando todo se acabe/y se hagan polvo las alas/no habré sabido por qué/me he vuelto loco por nada...". El público tampoco quiere reconocerse en los personajes, aunque posean dobleces en las que guarecerse. "Mentir es la cosa más divertida que puede hacer una chica sin quitarse la ropa", dice Alice. "Sin la verdad somos animales", proclama más tarde Dan.
Closer es, como el teatro y el arte en general, una invitación a rebelarse contra la casualidad, un grito contra la aceptación de que las cosas ocurran porque sí. Alguien definió acertadamente el texto de Marber como un cuento salvaje y, aunque narre cosas que ya sabíamos, es una manera intensa y apropiada de recordarlas.

lunes, noviembre 12, 2007

Una historia de amor y oscuridad

Han pasado dos semanas y aún no me ha abandonado el recuerdo de la entrevista que le hizo Rosa Montero a Amos Oz. Además de sabiduría, se intercambiaron dos anécdotas geniales.

Ella: Recuerdo una noticia de algo que sucedió en Pakistán. Un terrorista islámico dejó un coche bomba delante de una librería en la que se iba a poner a la venta el último libro de Harry Potter. Pero cuando el terrorista vio a cientos de niños en la cola, no fue capaz de hacerlo y avisó a la policía. Es una historia estupenda y un personaje perfecto para una novela.

Él: Un amigo mío, el novelista israelí Shami Mijail, me contó hace muchos años algo que le sucedió en un taxi. Él iba de Haifa a Berseva, es un viaje muy largo. Y en un momento del viaje el taxista se puso a darle un mitin. Y dijo: "Tenemos que matar a todos los árabes". Entonces Shami, en lugar de gritarle que era una vergüenza sostener algo así, le preguntó al taxista: "Vale, pero ¿quién debe matar a los árabes?". El hombre contestó: "Nosotros". Y Shami: "Sí, pero sea más específico, por favor: ¿el ejército, la policía, los bomberos, los médicos? ¿Quiénes deben matar a los árabes?". El taxista pensó un rato y dijo: "Cada uno de nosotros debe matar algunos". "Bueno, vale, entonces usted, que vive en Haifa, se va a un edificio de apartamentos, llama al timbre de cada apartamento, perdone, señor, perdone, señora, ¿es usted árabe? Sí. Pum, pum, les mata. Y así usted mata a todos y cuando termina se va para su casa. Pero cuando está abandonando el edificio, escucha llorar a un niño pequeño en uno de los pisos superiores. Dígame, ¿dejaría al niño con vida? ¿Regresaría para matar al niño, o no?". Entonces hubo un largo silencio por parte del taxista. Y luego el tipo le dijo a Shami: "Es usted un hombre muy cruel". ¿Se da cuenta? Se le hizo muy difícil. Demasiado

Claro que, entre otras dos semanas, ha habido otras muchas conmociones. Se acaba de publicar una antología en castellano, Tres cuadernos y un destino, de Pako Aristi, que incluye un decálogo estremecedor -por lo certero- para recordar que no es lo mismo estar enamorado de alguien que amarle.

El amor nace del conocimiento; mientras que el enamoramiento nos ofrece luz para ver lo que aún no conocemos.
El amor se muestra sólo en el espejo del tiempo, mientras que enamorarse es puro desprendimiento, entera agonía.
Estar enamorado es sentir que nada en el mundo puede hacerte daño. Mientras que el amor es saber cómo resistir el dolor del mundo.
El amor conoce la derrota -por tanto, es fuerte-, mientras que el enamoramiento no acierta ni siquiera a imaginarla -por tanto es frágil-.
Del amor al odio pueden transcurrir siglos. Del enamoramiento a la animadversión no hay más que un paso.


Muchas personas creen que aman a alguien, cuando sólo están enamoradas. Curiosamente, otros muchos persiguen los signos del enamoramiento -externos, explícitos, ex-tériles- sin enterarse de que aman.
(Sé que es un post largo y también que he hecho trampa, porque uso las palabras de otros, pero prometo volver pronto, cargada con mis dudas, sin ampararme en las de nadie).