Amantes venía de amar
(A propósito de Closer)
Si William Shakespeare hubiera nacido en 1970, estuviera a punto de divorciarse por segunda vez y escribiese sus novelas en su portátil, con una ventana abierta a algún chat sexual, ¿habría escrito Romeo y Julieta? Dicho de otra manera, ¿la sociedad de finales del siglo XX, de principios del XXI, es capaz de generar auténticas historias de amor, que no estén contaminadas por la necesidad de la recompensa inmediata?
Con estas y algunas dudas más de fondo, Patrick Marber estrenó Closer en el Royal National Theatre de Londres en 1997. Luego vino la película de Mike Nichols con ese reparto deslumbrante -Julia Roberts, Jude Law, Clive Owen, Natalie Portman- y la versión dramática en castellano llega ahora de la mano de Mariano Barroso (...). A primera vista, la ventaja de la película es que no se resiente del ritmo atropellado del guión de Marber; la del teatro es la libertad para ser crudo y para respetar el final originario, más coherente que el que permitió Hollywood. La esencia, sin embargo, permanece en las dos versiones: la mirada honesta sobre las relaciones amorosas y sexuales contemporáneas, poco heroicas y, definitivamente, muy poco gloriosas.
Closer ejerce de espejo poco complaciente (...). El montaje no juega con la baza de la identificación. No en las historias, crónicas amorosas condenadas al fracaso porque, en vez de al amor, remiten al Deseo que describía Pedro Guerra. Empieza: "Te seguiré hasta el final/te buscaré en todas partes/bajo la luz y las sombras/en los dibujos del aire". Y termina: "Cuando todo se acabe/y se hagan polvo las alas/no habré sabido por qué/me he vuelto loco por nada...". El público tampoco quiere reconocerse en los personajes, aunque posean dobleces en las que guarecerse. "Mentir es la cosa más divertida que puede hacer una chica sin quitarse la ropa", dice Alice. "Sin la verdad somos animales", proclama más tarde Dan.
Closer es, como el teatro y el arte en general, una invitación a rebelarse contra la casualidad, un grito contra la aceptación de que las cosas ocurran porque sí. Alguien definió acertadamente el texto de Marber como un cuento salvaje y, aunque narre cosas que ya sabíamos, es una manera intensa y apropiada de recordarlas.
Si William Shakespeare hubiera nacido en 1970, estuviera a punto de divorciarse por segunda vez y escribiese sus novelas en su portátil, con una ventana abierta a algún chat sexual, ¿habría escrito Romeo y Julieta? Dicho de otra manera, ¿la sociedad de finales del siglo XX, de principios del XXI, es capaz de generar auténticas historias de amor, que no estén contaminadas por la necesidad de la recompensa inmediata?
Con estas y algunas dudas más de fondo, Patrick Marber estrenó Closer en el Royal National Theatre de Londres en 1997. Luego vino la película de Mike Nichols con ese reparto deslumbrante -Julia Roberts, Jude Law, Clive Owen, Natalie Portman- y la versión dramática en castellano llega ahora de la mano de Mariano Barroso (...). A primera vista, la ventaja de la película es que no se resiente del ritmo atropellado del guión de Marber; la del teatro es la libertad para ser crudo y para respetar el final originario, más coherente que el que permitió Hollywood. La esencia, sin embargo, permanece en las dos versiones: la mirada honesta sobre las relaciones amorosas y sexuales contemporáneas, poco heroicas y, definitivamente, muy poco gloriosas.
Closer ejerce de espejo poco complaciente (...). El montaje no juega con la baza de la identificación. No en las historias, crónicas amorosas condenadas al fracaso porque, en vez de al amor, remiten al Deseo que describía Pedro Guerra. Empieza: "Te seguiré hasta el final/te buscaré en todas partes/bajo la luz y las sombras/en los dibujos del aire". Y termina: "Cuando todo se acabe/y se hagan polvo las alas/no habré sabido por qué/me he vuelto loco por nada...". El público tampoco quiere reconocerse en los personajes, aunque posean dobleces en las que guarecerse. "Mentir es la cosa más divertida que puede hacer una chica sin quitarse la ropa", dice Alice. "Sin la verdad somos animales", proclama más tarde Dan.
Closer es, como el teatro y el arte en general, una invitación a rebelarse contra la casualidad, un grito contra la aceptación de que las cosas ocurran porque sí. Alguien definió acertadamente el texto de Marber como un cuento salvaje y, aunque narre cosas que ya sabíamos, es una manera intensa y apropiada de recordarlas.