Dolor
La semana pasada me dolía la espalda. Apenas aguantaba de pie, y sentada no me sentía mucho más cómoda. Fui a darme un masaje, y el dolor ha desaparecido, poco a poco. Esta semana sufro un permanente ataque de tos. Como consecuencia, padezco insomnio. Debería estar de baja, pero hay demasiado trabajo. Estoy agotada. Hoy ha vuelto el dolor de espalda. Empiezo a pensar que tiene más que ver con mi estado psicológico que con el físico, de por sí bastante desastroso (Ya debatimos en este blog, hace algo más de un año, sobre si existía o no la somatización. Creo que existe, aunque no sé exactamente qué estoy somatizando). Desde hace unas semanas no me siento a gusto en el trabajo, no confío en mí, no me creo las declaraciones de amor, me irrita gente que antes me daba igual y ni siquiera tengo ganas de huir (que suele ser mi último recurso) porque no se me ocurre adonde. Me consuela y me angustia el libro que estoy leyendo, que trata sobre un hombre que aparentemente lo tiene todo -una profesión creativa y exitosa, un matrimonio feliz, una amante platónica- y empieza a sufrir unos terribles e intermitentes dolores de rodilla. Voy por la mitad del libro y su universo ya ha empezado a resquebrajarse: su mujer le ha dejado y quieren que se cargue un personaje de una manera poco decorosa (el protagonista es guionista de una serie de la tele británica).
Mi jefe me acaba de proponer que me compre una silla japonesa, y me ha hecho una demostración de donde debería colocar los pies.
No creo que se trate de eso.
Mi jefe me acaba de proponer que me compre una silla japonesa, y me ha hecho una demostración de donde debería colocar los pies.
No creo que se trate de eso.