martes, mayo 30, 2006

El viento que agita el centeno



No sé qué viento me agita a mi, pero últimamente me imagino mi destino como un gran péndulo, que se mueve por una extraña teoría de la compensación. Billy Wilder solía mostrar su sopresa porque, al meditar sobre sus películas, se daba cuenta de que en las épocas en que estaba deprimido hizo comedias y cuando se sentía feliz, en cambio, sus argumentos fueron de lo más trágico. "Quizás intente inconscientemente compensar cada uno de mis estados de ánimo", decía. Me da la sensación de que cuando todo estaba en mi contra, irradiaba una felicidad rebelde, como si quisiera sacarle la lengua a la realidad. Ahora que toca sonreír, me molestan las pequeñas cosas incovenientes, en las que antes no hubiera reparado, probablemente porque tenía problemas más apetitosos. Esto debe ser la insoportable insatisfacción del ser.

Matthau: "Cásese con un enterrador o con un verdugo; con quien sea, menos con un periodista".

Sarandon: "Pero Hildy va a dejar el periodismo".

Matthau: "No se pueden quitar las manchas a un leopardo ni enganchar un caballo de carreras a un carro de basura".

(Primera Plana, 1974)

sábado, mayo 20, 2006

¿Por qué escribe usted?

Primo Levi da nueve razones:

Porque se siente el impulso o la necesidad; para divertir o divertirse; para enseñar algo a alguien; para hacer un mundo mejor; para dar a conocer las ideas propias; para liberarse de una angustia; para ser famoso; para hacerse rico; por costumbre (motivación que se deja para el final por ser “la más triste de todas”).

Italo Calvino proporciona tres:

1- Porque estoy insatisfecho con lo que yo he escrito y quisiera corregirlo de alguna manera, completarlo y proponer una alternativa. En ese sentido nunca hubo una “primera vez” en que me pusiera a escribir. Escribir siempre fue un intento de borrar algo ya escrito y poner en su lugar algo que aún no sé si lograré escribir.
2- Porque al leer a X (un X antiguo o contemporáneo) pienso: “¡Ah, cómo me gustaría escribir como X! ¡Lástima que eso esté totalmente fuera de mis posibilidades!”. Entonces intento imaginarme esa empresa posible, pienso en el libro que nunca escribiré pero que me gustaría poder leer y poder colocar junto a otros libros amados en una estantería ideal. Y, de repente, alguna palabra, alguna frase me viene a la mente... a partir de ese momento ya no pienso más en X ni en ningún otro modelo posible. En lo que pienso es en ese libro, en ese libro que aún no ha sido escrito y que podría ser ¡mi libro! Intento escribirlo...
3- Para aprender algo que no sé. No me refiero ahora al arte de la escritura sino a lo demás, a algún saber o competencia específicos o a ese saber más general al que llaman “experiencia de la vida”. Lo que más me anima a escribir no es el deseo de enseñar a los demás lo que sé o creo saber sino, al contrario, la conciencia dolorosa de mi incompetencia. Por lo tanto, ¿mi primer impulso sería el de escribir para fingir una competencia que no tengo? Pero para ser capaz de fingir debo, en cualquier caso, acumular informaciones, nociones y observaciones; debo llegar a imaginar el lento acumularse de una experiencia. Y eso sólo puedo hacerlo en la página escrita, donde espero capturar, al menos, algún rastro de un saber o de una sabiduría que en la vida apenas he rozado y que enseguida he perdido.

A mí sólo se me ocurre una razón razonable: encandilar al mejor lector, que es -lo leía el otro día en una crítica literaria y me encantó- el incauto capaz de confundir el mundo con el relato que lo hechiza.

viernes, mayo 19, 2006

Platón y somníferos

- Me ha dejado mi mujer y he perdido el trabajo. Sugiéreme un libro para estas noches tan jodidas.
- Déjese de libros y tome somníferos.
(Un encuentro con Carlos Boyero)

Comprender la vida nos deja fuera de ella. El análisis es distancia, aunque regateemos al cinismo. Por eso, las cosas que más me importan son las que no puedo explicar. Habría algo de indigno en tomar perspectiva. Cuando hablo de esas cosas que me importan, las palabras se imponen a borbotones, sin filtros. Y una siente alivio, un alivio completamente absurdo que se desvanece tarde o temprano. Entonces una piensa: menos platón y más prozac, menos blog y más somníferos.

martes, mayo 16, 2006

La vida no vivida

"La vida no vivida es una enfermedad de la que se puede morir" (Jung)

Hay muchísimas razones para escribir un blog: soledad, exhicionismo, inquietudes literarias, necesidades expresivas. Seguro que en algún post han pesados unas u otras. Pero si hubo algo semiconsciente que me impulsó a abrir aitormena, creo que ya lo he contado alguna vez, fue la absurda idea de atrapar utopías, de rescatar todas las historias que no suceden en eso que llaman la vida real, las historias que sólo habitan en los pensamientos y en los sueños que te asaltan cuando paseas, los que te cuentas para consolarte, los que nunca confesarás a nadie. Escribo para no morir de esa enfermedad que es la vida no vivida, para combatir el peso de la imaginada, a la que concedo, de vez en cuando, estas líneas y, siempre, la parte más oscura y tierna de mi corazón.

viernes, mayo 12, 2006

Libertad

"Más vale ciento volando que pájaro en mano"

(Eduardo Chillida)

miércoles, mayo 10, 2006

In memoriam

“Somos versículos o palabras o letras de un libro mágico, y ese libro incesante es la única cosa que hay en el mundo: es, mejor dicho, el mundo” (Borges)
Todavía no he borrado tu móvil.
Todavía no he empezado a echarte menos de menos.
Todavía no me he perdonado.

lunes, mayo 08, 2006

El verso

La primera vez que me rompieron el corazón, me inventé una letanía para calmar el dolor. Para ir a la Universidad, tenía que atravesar un camino de piedritas en media de un gran parque. Ir sola andando a clase era el peor momento, todas las ideas perversas del mundo se concentraban para atormentarme; con el fin de sobrellevarlo, recitaba un poema, siempre el mismo, en voz baja, meticulosamente, enfatizando cada estrofa, expirando aire. Cuando llegaba al final, me sentía un poco mejor. Pero había un verso difícil. Todavía me da miedo.

creo que tenés razón
la culpa es de uno
cuando no enamora
y no de los pretextos
ni del tiempo

lunes, mayo 01, 2006

Extranjera

"He escrito todos los días de mi vida desde hace 80 años. ¿El secreto? Estar enamorado de todas las cosas. Nací como amante, así he vivido y moriré. Hay que enamorarse y permanecer enamorados. No escuchen nada que no sea su corazón y sigan ese camino. Si alguien no cree en ustedes y su futuro, apártenlo. Sean intensos y apasionados. Hagan eso y tendrán una vida feliz". (Ray Bradbury)
He decidido ser coherente y en el Día del Trabajo, voy a trabajar (el coherente ha sido, en realidad, mi jefe, que me envía a la oficina un día de sol). Y como Crapúscula, voy a aprovechar para tachar de mi lista de pendientes "actualizar el blog", aunque yo ni siquiera me voy a proponer que sea con algo decente. Prometí averiguar si existía ese país, el del verso de Pessoa, en el que ser feliz consiste solamente en ser feliz. Si contestase con un conciso "sí", estaría diciendo una verdad incompleta. Existe ese país, pero es un país extraño en el hay que recurrir a un truco: ser extranjero. Si te sientes extranjero en el país de la felicidad, ese país existe. Te permite algunas incursiones, visitas más o menos breves, que pueden alargarse una noche más, si se hace tarde y uno no quiere coger el coche entre tanta oscuridad... Pero si uno pretende empadronarse, que en su dni se escriba ese país con mayúsculas, entonces no lo encontrará nunca. Sirve de refugio, pero no de residencia. No sé si es consolador o no, pero es lo que he aprendido en Lisboa.