El país de Pessoa
Hace unos días descubrí un piropo precioso destinado a un escritor muerto. Un crítico decía de él que era una sugestiva contribución a esa tribu de frecuentadores del fulgor de unas pocas palabras. Es una de esas frases redondas y complejas, que uno no acaba de entender o que tal vez comprende demasiado bien. La frase contiene, además, un muro, que yo contribuyo a levantar un poco cada uno de estos días. Porque estoy muy lejos de frecuentar el fulgor de unas pocas palabras, no sólo por mis limitaciones naturales sino porque ahora existe una barrera que se llama intensidad. Ella me impide contar lo que ocurre como lo hacía antes, porque antes de poder escribirlo, un nuevo suceso le ha ganado la partida, y el hecho antiguo se queda deslucido, como si fuera una frase construida sólo con palabras viejas.
Si tuviera que explicar lo que he vivido los últimos diez días debería hablar de dos viajes, cuatro noches, un minuto mágico y, sobre todo, de una persona esencial a la que no me atrevo a llamar "tú". Pero todo eso que he atesorado, que recordaré en el tiempo pase lo que pase con esta historia, es arrollado por otro viaje, con sus cuatro noches y, ojalá, más minutos mágicos, que empieza dentro de unas horas. Me marcho a la ciudad de Pessoa y me voy, quizá, en uno de esos escasos instantes en la que una se cree que sí que existe ese país donde ser feliz consiste solamente en ser feliz. Si existe o no, os lo cuento a la vuelta.
Si tuviera que explicar lo que he vivido los últimos diez días debería hablar de dos viajes, cuatro noches, un minuto mágico y, sobre todo, de una persona esencial a la que no me atrevo a llamar "tú". Pero todo eso que he atesorado, que recordaré en el tiempo pase lo que pase con esta historia, es arrollado por otro viaje, con sus cuatro noches y, ojalá, más minutos mágicos, que empieza dentro de unas horas. Me marcho a la ciudad de Pessoa y me voy, quizá, en uno de esos escasos instantes en la que una se cree que sí que existe ese país donde ser feliz consiste solamente en ser feliz. Si existe o no, os lo cuento a la vuelta.